martes, 28 de junio de 2011

Afortunado dependiente (2)

Afortunado dependiente (2) (Hetero: General)

Regresé para acabar lo empezado.

Espero que alguno se acuerde del primer relato en el que
contaba cómo calentaba al dependiente de una tienda.
Este es el relato de cuándo
regresé para acabar lo empezado.
Querí­a llegar un poco antes del cierre del mediodí­a cuando es
mucho más fácil encontrarla vací­a.
Y efectivamente no habí­a nadie.
Entré y
saludé al dependiente que sonrió ante mi aparición.
Vino hacia mí­ y me dijo que
fuera mirando que iba a bajar la verja porque no querí­a que entraran más
clientes porque querí­a cerrar.
La situación se presentaba ideal para mis
intenciones (y para las tuyas).
Le pedí­ dos minifaldas y el me trajo dos que me iban a quedar
pequeñas descaradamente.
Parece que le gustaba el jueguecito.
Las minis eran muy
bonitas.
Entré en el probador pero solo empujé la puerta, sin cerrarla
de todo, en señal de confianza y de que habrí­a juego también ese dí­a.
Pero no
creo que imaginara hasta que punto.
Le pregunté que tal le iban las ventas ahora
que se acerca la navidad y el, apoyado sobre el marco de la puerta y mirando
hacia dentro, me iba hablando.
Yo me quité al abrigo, me quité la mini que
llevaba y me puse una de las que me trajo, que debí­a ser la talla infantil como
mucho.
Apenas me tapaba el trasero.
Salí­ para verme en el espejo de fuera.
El
silbó diciendo que me quedaba de maravilla.
Y no era tonto.
La falda era de un
color que no pegaba nada con las medias negras y la sugerencia pronto surgió.
Yo ya no me metí­ en el probador, sino que me las quité allí­
mismo, viendo por el espejo como me miraba el culo al agacharme.
Y me estaba
poniendo muy caliente.
Le pedí­ la otra mini.
El entró en el probador y me la
dio.
- a estas alturas ya no te importa, no?-le pregunté mientras
me desabrochaba la que llevaba puesta
- claro que no-respondió mientras su bulto iba aumentando
Me la saqué y me puse la otra muy despacio, como indicaste.

Yo lo miraba a través del espejo y el miraba mi culo.
Me la puse y esta me
quedaba de maravilla.
Era ya de mi talla.
Me levantaba un poco el jersey para
apreciar como me quedaba en la cintura y para que se diera cuenta de que no
llevaba nada por debajo.
El solo podrí­a imaginar el sujetador pero si se fijó en
cómo se moví­an mis tetas, tendrí­a que saber que no llevaba.
Y decidí­ dar el paso
final.
No sé si os acordaréiss de la táctica del tacto para ver su
atrevimiento en la anterior visita.
La repetí­ de nuevo.
Poniéndome de perfil
pasaba mis manos por el lateral de mis muslos alabando su suavidad (era como de
piel de melocotón) y pidiendo su conformidad.
El se acerca, diciendo que no la
ha tocado porque aun la colocó su ayudante esta mañana.
Yo me coloco, con las
manos en la cintura y dándole el culo, de manera que si la quiere tocar me tiene
que tocar el culo.
Y lo hace, ya como si fuera un ritual, pero sin disimular
nada.
Pone su mano en plena nalga derecha y la acaricia a placer.
Me mira a los
ojos por el espejo y yo le sonrió.
El sigue tocándome el culo y acercando su
cuerpo cada vez más.
E intenta besarme.
Yo aparto un poco la boca pero al mismo tiempo le agarro el
paquete con una mano.
Está duro como una piedra.
El empieza a besarme el cuello
mientras yo libero aquel mástil encerrado y se la empiezo a menear.
Su mano, ya
olvidada toda cortesí­a profesional, me ha subido la falda hasta la cintura y sus
dedos juegan con mi tanga y mi ano con la otra magreando mis tetas sin mucha
consideración.
Y sus jugueteos dediles se convierten en penetración anal.

Primero con el meñique, luego el í­ndice y acabando con el corazón me los
va metiendo por el culo según comprueba que ha sido dilatado para estos
menesteres en otras ocasiones.

Miro en el espejo y me veo con las tetas fuera, la falda
subida, el deseando mi culito y su verga en mi mano.
Y siento que ya son los
dedos suyos dentro y pienso en si le dejaré culearme.
Pero noto como su polla
está cada vez más dura y el hace esfuerzos por no correrse aun.
-quiero culearte- gime más que pide
Yo, muy salida, no ofrezco ninguna resistencia pero por
desgracia el estaba ya demasiado salido y cuando enfila mi culito se corre y una
eyaculación bestial siento en mi trasero mientras el la va metiendo poco a poco.

Cuando se calma, me pone contra la pared, me separa las piernas, se arrodilla
entre ellas y me empieza a hacer una comida de coño bestial, delante del espejo
veo como mueve su lengua y no tardo yo en alcanzar el clí­max.
Cuando nos recuperamos, me dice que creí­a que solo querí­a
exhibirme pero que soñaba con el dí­a en que pasara algo así­, aunque se definió
como voyeur profesional y que por eso no cambiaba su trabajo por nada del mundo,
que era su clienta preferida.
Y empezamos a hablar y nos fuimos a comer juntos.

Me contó que lo que más le poní­a era ver como cuando iban hombres y habí­a tí­a
probándose ropa intentaban pillar algo.
De hecho, me dijo que desde la escalera
se podí­a ver desde un punto muy concreto uno de los probadores.
Cuando acabamos
el café y nos contamos mil y una historias de voyeurismo, nos prometimos quedar
para llevar a cabo travesuras y me retó a probarme una camiseta en su tienda sin
meterme en el probador.
Si lo hací­a la camiseta era mí­a.
Y fuimos para la
tienda, seguimos charlando y cuando entró el primer cliente allá fui.
El le
preguntó si podí­a ayudarlo y el otro le dijo que echarí­a un vistazo.
En ese
momento me quité el jersey y el me gritó:
-hay probadores en el otro lado
El otro enseguida miró y me vio solo con la falda puesta, mis
tetas al aire.
Yo me hice la vergonzosa pero me fui con mi camiseta al
mostrador.
El chico se fue enseguida y nos reí­mos mucho, sin dejar de notar que
el se habí­a puesto muy cachondo y yo también.
Y nos masturbamos allí­ mismo, uno
delante del otro, sin enseñar nada.
Luego me fui.

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