viernes, 24 de junio de 2011

Amor de madre

No recuerdo a mi padre. Era demasiado pequeño cuando nos dejó y luego hubo muchos otros hombres… Yo entonces no podía darme cuenta de que a mi madre le gustaba demasiado el sexo para encontrar una pareja estable. A menudo me dejaba con alguna de sus amigas porque era una mujer joven todavía y si a mi madre le gustaban los hombres, ella también les gustaba a ellos. Se conservaba bien y era una mujer atractiva, con buenas curvas.

Pero crecí y empecé a darme cuenta de los muchos y buenos “amigos” que tenía mi madre. Era difícil para mí aceptarlo pero jamás hablábamos de ello y tampoco hubiera sido justo reprocharle nada cuando tanto le había costado salir adelante sin ayuda. Evitábamos el tema y como nunca se los traía a casa el pacto de silencio pareció funcionar. Ahora la comprendo pero entonces era un adolescente y aunque me mataba ya a pajas -cosas de la edad- no entendía que mi madre era también una mujer y tenía la misma necesidad que empezaba a sentir yo.


Creo que a todo el mundo le ha impactado descubrir la sexualidad de sus padres pero no tanto como a mí. Regresé del instituto antes de lo que esperaba porque la profesora de la última clase no había podido avisar a tiempo de que no iba a venir. Yo estaba encantado de tener una hora menos de clase cuando al abrir la puerta escuché algo… Sonidos inconfundibles que hasta entonces no conocía más que por las películas porno y que me dejaron helado porque no era ningún vídeo: estaba ocurriendo en mi casa. Dejé la mochila y me acerqué con sigilo al dormitorio de mi madre. Era ella y estaba desnuda y bien acompañada. No pudo verme porque estaba mirando a la pared mientras él se la follaba. No veía su cara pero sí me enseñaba su bien formado culo porque estaba tumbada boca abajo sobre la cama con el culo en pompa. A él no lo reconocí hasta que habló:


-¿Qué? ¿Te gusta cómo te la clavo por el culo, zorra?


-¡Sí, sí, dime cosas!


-¡Puta! –le soltó, y ella soltó un largo gemido cuando se la metió bien metida.


Me quedé de piedra. Es muy fuerte ver cómo tu profesor de matemáticas -¡sí, el muy cabrón era nada menos que el capullo de mates!- sodomiza a tu madre. Le conocía de la reunión de padres y profesores pero jamás se me hubiera ocurrido que se liara con él.


Estuve a punto de entrar. Me sentía tan furioso que pensé en entrar y hubiera sido capaz de romperle la cara a ostias pero no lo hice. Quizá porque me sentía dolido. No me empalmé. Eso puede pasar en las películas porno pero en la realidad es doloroso cuando descubres que tu madre es una viciosa y crees que eso es malo porque todavía eres un crío. Mejor volví a la calle y luego, de vuelta en casa a la hora que se suponía que tenía que llegar, encontré a mi madre haciendo unos macarrones para comer, como si no hubiera pasado nada fuera de lo normal en casa. Yo no pude decirle más que “hola” y luego me encerré un rato largo en mi habitación para llorar a solas.


Intenté olvidarlo pero no pude. Mi madre intentaba sacármelo pero yo me negaba a decir nada.


-¿Qué te ocurre? ¿Por qué no confías en tu madre?


Cada día estaba más triste que el anterior, hasta que un día me eché a llorar delante de ella.


-¡Hijo, por Dios, algo grave te ha pasado, que te noto muy raro en los últimos tiempos! ¡Háblame de ello! -me suplicó.


Tristísimo y a la vez furioso, se lo dije por fin:


-Te vi, mamá, te vi con el profesor. Te vi sobre la cama mientras él te lo hacía por detrás y a ti te gustaba.


Ella se quedó muy cortada, sin saber qué decir.


-No sabía nada, yo no quería que lo vieras…


-¡Ya lo sabía mamá! No quería verlo pero adivinaba que eras una puta.


Nunca me había pegado pero me gané el primer y único bofetón. Se arrepintió enseguida y yo sentí un enorme dolor que no era físico.


-Lo siento, sé que para ti debió ser muy duro…


Me abrazó, arrepentida, y yo me sentí mejor aunque confuso. Sí, tenía razón en que era una mujer atractiva y debía entenderla. Me estrechó contra ella… contra unos pechos grandes y apretados.


Sin saber cómo, me empalmé. Creo que tanta tensión había liberado muchas emociones y eso hace que las barreras se vayan abajo. Mi madre se apartó, muy sorprendida, y sentí la mayor vergüenza de mi vida.


-Lo siento… no quería…


-Bueno, es normal a tu edad. Además eso significa que no soy tan fea aunque sea tan vieja…


-No eres vieja ni fea.


Sonrió. Quizás dudó un momento antes de abrazarme y estrecharme contra ella. Me alarmé cuando su pierna se frotó intencionadamente contra mi entrepierna pero no me dejó que me separara de ella.


-Pero… -protesté yo.


-Es natural. Tienes que aprender a no guardártelo o será peor. Yo intenté hacerlo con tu padre y acabó mal, ¿sabes?


Apenas pensaba en lo que me decía cuando me llevó hasta su escote y se lo bajó. Sus tetas eran grandes, con los círculos bien marcados.


-Pero…


-Calla. Te habrán dicho que es malo pero es maravilloso y yo lo deseo tanto como tú. ¿No quieres besar a tu madre? Así, bésame en los pezones…


La besé y mientras me desnudó con mucha habilidad. Agradecí cuando me desabrochó los pantalones y me liberó la verga porque estaba muy empalmado.


-Eres un chico muy guapo. ¿Has estado alguna vez con una chica?


-No.


Sentía mucha vergüenza estando desnudo y con la polla bien tiesa y levantada pero ella se desnudó con toda naturalidad y se tumbó en la cama. Yo me eché sobre ella e intenté metérsela a toda prisa porque ya no pensaba en otra cosa que su coño.


-No tan rápido… Tienes que controlarte. Dame besitos.


Me paseó la cara por las tetas, el cuello, el ombligo… Su coño me impresionó porque era grande y tenía un extraño olor. Estaba húmedo pero no me dio asco.


-No tengas miedo. Lámelo.


Lo lamí y me pareció más húmedo. Noté que le gustaba.


-Con la puntita de la lengua. Así… ¿Entiendes ahora por qué me gusta tanto estar con un hombre? ¿Qué tiene de malo?


Tenía razón pero yo no podía pensar en nada. No podía aguantar más la erección para continuar comiéndole el coño. Casi me abalancé sobre ella. Estaba completamente empalmado y quería follarla cuanto antes,


-Mmm… Venga, amor, métete en el coño de tu mami y fóllatela. ¿Se te ha puesto muy dura?


Dios, mi madre sabía el tono exacto de voz para enloquecer a un hombre. Tenía ese don que no todas las mujeres tienen y yo me volví loco cuando me dijo eso. Le clavé la polla por el coño mojado. Me corrí pronto y ella me abrazó.


-Ha estado bien pero la próxima vez será mejor. Te enseñaré a disfrutar más tiempo.


No había durado mucho pero estaba agotado. Me dejé dormir en sus brazos.


Desperté en su cama. Estaba desnudo como ella y se me puso dura otra vez cuando le vi aquellas tetas tan hermosas que tenía. Al mismo tiempo me sentía raro, muy raro. No es tan fácil aceptar ciertas cosas. Pensaba en si estaba mal lo que había hecho, en que era mi madre. Hasta me dio vergüenza cuando se incorporó completamente desnuda. Me daba vergüenza pero aquella erección no era la típica erección con la que te despiertas muchas veces por la mañana. Se puso sobre mí, con las tetas casi sobre la cara y me cubrió con ellas para que se las comiera.


-Mírame. ¿Crees que soy guapa? ¿Crees que es malo que una mujer disfrute de su cuerpo?


Ella era hermosa.


-No lo creo. Pero, bueno, no sé, soy tu hijo…


-Sí, eres el hombre que más quiero y por eso he disfrutado más todavía. ¿No te gustaba cuando eras pequeño y te daba besos? ¿Si besarse y acariciarse por cariño es bueno, por qué no esto?


No tenía respuestas y luego he ido descubriendo que tenía razón. Se montó sobre mí y yo no hablé ni me moví apenas mientras dejaba que me cabalgará. Me encantaban sus tetas, grandes y muy firmes para su edad, bailando al ritmo de sus caderas mientras me miraba de una forma que era mucho más excitante que ninguna película porno. Luego pensé en ello todo el día. Al llegar la noche ella se desnudó y yo hice lo mismo. No iba a volver a dormir en mi habitación por un tiempo.


-¿Qué te gustaría…? -me preguntó ella.


Tragué saliva porque me daba mucha vergüenza pedírselo:


-Yo… me gustaría hacerlo como te lo hizo él.


Se lo tomó muy bien.


-Venga, tráeme la vaselina del bolso.


Se la di y esperé a que se la pusiera ella misma con la verga lo suficientemente tiesa para entrar.


-Sólo métela… Tengo práctica.


Lo hice. Fue más fácil que con otras mujeres con las que he tenido sexo anal después. Tenía experiencia y mi polla no era la primera que le metían por el culo.


-Dime algo… -me rogó ella.


-¡Puta! ¡Zorra!


Se rió encantada y yo la enculé hasta acabar de meterle el capullo. Era mi madre y la estaba llamando puta mientras le daba por el culo, tan húmedo como su coño, pero es que me gustaba y a ella también. Luego me sentí mal (cada vez menos) pero el regusto que me había quedado en la polla después de haberme corrido en su ojete no me lo quitaba nadie. Ahora sé que fui un hijo afortunado.


Aunque todavía me quedaba mucho por aprender.


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