jueves, 30 de junio de 2011

Las monjas de San Antonio

Las monjas de San Antonio (Zoofilia)

Las monjas descubren la zoofilia.

Las monjas de San Antonio
Este es una fantasí­a que me gustarí­a cumplir, me gustarí­a
disfrazarme de monja y junto con Carlos disfrazado de sacerdote hacerla realidad
Esta historia, producto de mi mente, comienza una mañana de
verano en El convento de San Antonio, las monjitas Sor Marí­a y Sor Teresa
colaboraban con la limpieza del convento al llegar cerca de la habitación de la
madre superiora un murmullo llamó su atención, se acercaron en silencio y
contemplaron algo que las dejo perplejas, la madre superiora se encontraba de
rodillas con el habito arremangado hasta la cintura siendo penetrada analmente
por el peón del establo , un joven de unos 25 años, la madre superiora una mujer
de 55 años , de contextura robusta, contestaba con fuertes empellones los
embates del joven, sus nalgas rollizas, se moví­an al compás de un ritmo
frenético, mientras jadeaba y balbuceaba palabras obscenas, inimaginables en la
boca de una religiosa.
Sor Marí­a, se frotaba la vagina por sobre el habito y sor
Teresa, más audaz, pegaba sus pechos a la espalda de Sor Marí­a, la lengua de Sor
Teresa, recorrí­a el cuello de Sor Marí­a, que miraba absorta el momento en que el
peón del establo se descargaba en el ano de la madre superiora, por miedo a ser
descubiertas, se alejaban del lugar en busca de un lugar mas alejado, para
saciar sus instintos sexuales, en vista que el peón estaba tan ocupado, el
establo seria el mejor lugar.
Se recostaron en el heno y comenzaron a besarse
apasionadamente, las manos de sor Marí­a se abrí­an paso en la vagina de Sor
Teresa, cuando un rebuzno, llamo su atención, y contemplaron a un burro,
pastando tranquilamente, una idea libidinosa pasó por la mente de las religiosas

Se hacercaron al burro y comenzaron a acariciarlo, su largo
miembro, comezo a alargarse, y sor Marí­a no resistió la tentación de tenerlo en
su boca.

Chupo y chupo hasta que una fuerte descarga inundo su boca,
sor Teresa, la beso en la boca y su lengua saboreo su saliva mezclada con el
semen del burro.

Sor Teresa se saco sus hábitos y abrió su vagina, para que el
burro la hiciera su hembra
El miembro del animal la penetró profundamente arrancándole
un grito de dolor, el burro empezó a bombear y la monja empezó a gozar y a
gritar como poseí­da, hasta que chorros de semen brotaban de su vagina.
Sor Marí­a esperaba su turno, para gozar y lo hizo hasta el
borde de la locura, habí­an descubierto la zoofilia y nunca la abandonarí­an.

Se despidieron con un beso de lengua de su amante animal y
salieron sonrientes en busca de la luz del sol.
Las monjas de San Antonio Parte 2
Luego que las libidinosas monjas hubieran disfrutado del pene
del burro, sus apetitos sexuales se acrecentaron, por las noches, se sucedí­an
las escenas de lesbianismo y zoofilia, cierto dí­a unos monjes, que marchaban en
peregrinación, pidieron asilo en el convento y las monjitas, se propusieron
terminar con la castidad de esos monjes.


Tres de los monjes, uno de ellos de raza negra se encontraban
en la sacristí­a orando, escucharon ruidos extraños y se acercaron sigilosamente
y vieron como las dos monjitas en un rincón se besaban apasionadamente, los
monjes lejos de ruborizarse por la situación, se acercaron a las monjas y de
entre sus hábitos asomaron sus poderosos penes, Sor Marí­a, tomo entre sus labios
ese maravilloso y grueso pene de color negro y lo introdujo en su boca, sor
Teresa hizo lo propio con el pene del segundo sacerdote, mientras que el tercer
sacerdote hundí­a su cabeza entre el habito de Sor Teresa, en busca de su vagina
a la que lamió y lamió en señal de sumisión hasta arrancarle un estrepitoso
orgasmo
Sor Marí­a fue penetrada analmente por el poderoso pene del
negro que la follaba despiadadamente.
Los otros monjes penetraron doblemente arrancándole espasmos
de placer.
Cuando los monjes se hubieron vaciado en el interior de las
monjas uno de ellos, fue al corral en busca de un macho cabrí­o, animal que
muchas culturas asocian con la encarnación del diablo en las misas negras, las
monjas miraron al animal con la fantasí­a de ser penetradas por el mismo demonio,
en ese momento hubieran entregado su alma por el goce tan prohibido, las monjas
fueron penetradas analmente por tal imponente animal, recibieron su semen en su
interior y lo bebieron en señal de pecado, los monjes que no podí­an mas de la
excitación eyacularon sobre los rostros angelicales de las lascivas monjas.

Dí­as después los monjes prosiguieron su camino y las
adorables monjas habí­an sumado un animal mas a su vida zoofilica y la firme
convicción que por sus vaginas pasarí­an todos los machos, de todas las especies.

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