lunes, 20 de junio de 2011

Las hermanas Gómez

La familia Gómez eran unos vecinos muy especiales . Eran muy divertidos y buenos anfitriones, pero cuando estaban enojados por algo era mejor mantenerse lejos de ellos.Eran 5 hermanos, la mamá y el papá. Rosa era la mayor, tenía mi edad, la seguía Susana un año menor que ella, Ramón, tres años más chico y dos menores que no participaban en nuestros juegos diarios.Pero no piensen que todo era lo mismo. Nuestros juegos eran el gallito, el ladrón y el policía, las escondidas y la pelota. Tanto Rosa como yo teníamos 16 años y manejábamos el grupo que además componían otros muchachos y muchachas del barrio.Una noche tibia, de esas que el verano te sabe regalar, estábamos jugando y por alguna travesura que le hice a Rosita, ella me corrió por toda la calle hasta entrar a un terreno que había allí y que solíamos usar para algunos de nuestros juegos, hasta teníamos allí una pista de bicicross. Pero el verano y las lluvias habían hecho crecer algunas malezas en ese lugar y nosotros no las habíamos cortados todavía.Resulta que me interné en ese terreno creyendo que Rosa no se animaría a seguirme debido a la oscuridad de la noche, pero ella entró corriendo detrás de mí, y cuando llegué hasta el fondo nos detuvimos agitados de tanto correr y rompimos en carcajadas. Pero de repente Rosa se puso seria y me miró fijo. No entendía que le había sucedido y le pregunté, pero ella sin sacarme la vista de mis ojos me dijo:-quiero que me la muestres.Me quedé helado porque no la entendí al principio, pero de a poco fui cayendo en su requerimiento.-por favor..muéstramela-qué quieres que te muestre-tu verga, quiero verla.Y la verdad que sin ningún tipo de pudor me bajé el pantaloncito hasta las rodillas dejando al aire mi sexo. Ella tomó un trago largo de aire y lo exhaló entre dientes. Estaba quieta, pero no le quitaba los ojos a mi polla.-házte una paja aquí-cómo dices-vamos Mike, hazte una puñeta aquí, ahora-si quieres ver una paja, házmela tú le contesté-y aunque yo no creía que se animara, con un poco de temor me tomó la verga con dos de sus dedos primero y de a poco con su mano llena, y comenzó torpemente a pajearme. Yo me sentía flotando en una nube y me dejé acabar como venía, muy calentito.Ese jueguito se prolongó por casi un mes, hasta que una tarde me vino a buscar a casa y cuando salí a la acera me susurra al oído que sus padres no estaban y que fuera a su casa, que nos divertiríamos allí. Y allí fuimos.Pero al entrar, noté que estaba su hermana, Susana, que mostraba una risita socarrona, como cómplice de alguna travesura secreta.-vamos a mi habitación dijo Rosa--pero.tu hermana.-ella no dirá nadaentré a su habitación con más dudas que certezas, pero cuando comenzó el meneo me olvidé de todo y me entregué de lleno al placer manual. Pero en el medio del espectáculo entró Susana al cuarto y se quedó mirándome calladita y sorprendida.Quise taparme pero no tenía con qué.Yo todavía no había acabado, y con el susto se me murió la picha. Entonces las hermanitas se susurraron algo al oído y mientras Susana me pedía que me sacara también mi playera, Rosa comenzó a desnudarse, lo que imitó enseguida su hermana.De pronto, estábamos los tres desnudos en un cuarto y tirados sobre la cama. Ahí pude verlas bien y fue la primera vez que veía una concha de verdad. Y comenzamos a tocarnos y me hicieron acabar sobre la pobre Susana que no se la esperaba, pero que al parecer le gustó mucho la salpicada. Mis manos no daban abasto metiendo dedos entre los vellos púbicos de las dos y haciéndolas jadear y retorcerse. En medio de esta fiesta, Rosa me dice:-hazme una paja Mike.-cómo se hace....no se me ocurre-nunca has visto pajearse a una mujer-no, jamás.Y se acostó boca para arriba y abrió sus piernas a las que levantó un poco, me pidió que me sentara a su lado y me mostró cómo debía hacerlo. Enseguida estaba yo en esa tarea hasta que se desarmó en un jugosísimo orgasmo.-ahora a mí dijo Susana bastante agitada-y se dispuso igual que su hermana, así que no fue difícil para mí encontrar su clítoris para masajearlo y hacerla acabar un minuto después.Estábamos muy calientes los tres.Rosa la invitó a Susana para que ella me pajeara y lo hizo sin reparos. La fiesta continuó y era una seguidilla de acabadas, una tras otra de parte de los tres. Rosa tuvo que esforzarse para lograr sacarme leche en una cuarta paja, pero a los 16 todo es posibleVolví a casa apenas caminando, no sin antes prometernos que íbamos a continuar con ese tipo de reuniones.Me enteré, por escuchar una conversación, que las dos chicas también sometían a su hermano Ramón, que tenía como 12 años entonces, a largas sesiones de paja cuando no me conseguían a mí. Pero parece que a Ramón le gustaba, porque se lo veía siempre muy feliz y nunca rezongó por ese hecho.Y aunque nos veíamos siempre a escondidas para vaciarnos de leche, una tardecita Susana me pide que la acompañe hasta una mercería que quedaba como a 10 calles de casa. Como no tenía problemas, le dije que si.Camino hacia allí, pasamos por un colegio que había quedado abandonado por un incendio muchos años antes, cuando yo era muy pequeño, y la curiosidad no contagió y entramos por un hueco que había por la pared y que yo conocía. Recorrimos las aulas derruidas y los pasillos vacíos y tiznados.En un espacio un poco más pequeño que un salón de clases, seguro que alguna oficina, le pedí que me pajeara, y ella aceptó gustosa. Me saqué el pantalón y quedé desnudo de la cintura para abajo y yo la comencé a tocar entre sus piernas sin que ella se sacara la ropa. Cuando me la empezó a acariciar, me preguntó:-ya has hecho el amor, Mike.-no. todavía no.-dicen que la primera vez duele, tienes miedo de eso?-no, seguro que no. y tú?-yo tampoco le temo a esoentonces se me ocurrió que podría ser nuestra oportunidad de debutar juntos.-te animas hacerlo conmigo aquíClavó sus ojos en los míos, meditó en silencio un momento y finalmente aceptó la proposición.-dónde lo haremos preguntó Susi--aquí, en este lugar, estamos solosse quitó toda la ropa y yo también quedando los dos totalmente desnudos. Nos comenzamos a tocar y en medio de la calentura que llevábamos, la apoyé contra la pared y le hice abrir las piernas. Comencé a bombear mi verga sobre su concha pero no tenía éxito, entonces le pedí que se tirara al piso sobre mis pantalones y le hice abrir bien las piernitas. Ella obedeció y yo me la monté haciendo fuerza para penetrarla, pero de la calentura que tenía sentí que me venía y logré de casualidad ponerme de pie de un salto y apuntar la verga para no salpicarla a Susana. Tres o cuatro chorros de leche mancaron la pared donde antes habíamos estado apoyados. Cuando recobré el aire me volví a tirar sobre ella que estaba que moría de la calentura y comencé nuevamente a tratar de penetrarla, y esta vez, con toda la suerte y la inexperiencia de mi lado, sentí que algo se rompía entre las piernas de Susana, que ella certificó con un grito de dolor, y luego mi verga caliente comenzó a invadir el cuerpo de mi casual amante hasta llegar al fondo, y desde allí, moverme como un péndulo hasta volver a acabar, esta vez dentro del cuerpo de ella.Lloramos los dos una vez consumado nuestro acto. Pero esas lágrimas se convirtieron en risas, besos y caricias una vez que nos vestimos y nos fuimos para la mercería.Unos días después, Susi me dice que estaban solas en su casa nuevamente y me invita a ir. Por supuesto que salí corriendo hacia allá, y cuando llego ya estaba Rosa desnuda esperándome en su habitación y me dice cuando entro:-ahora te toca hacerme el amor a mí.Y ante la sonriente mirada de Susana me la monté a su hermana y se la metí hasta el fondo. No me costó tanto trabajo como a Susana, aunque Rosa también era virgen.Desde ese momento cogíamos cada vez que podíamos. En el colegio abandonado, su casa o la mía siempre algún polvito nos echábamos. Hasta nos habíamos bañado en su ducha los tres. Casi un año estuvimos los tres compartiendo el sexo, hasta que las chicas conocieron a otros muchachos y se pusieron de novia. Obviamente que nuestros juegos ahora los jugaban con ellos.Pero para su mala suerte, en el lapso de un mes, las dos quedaron embarazadas y los padres, con toda la vergúenza del mundo, mudaron de barrio a otro bastante alejado del nuestro y no nos volvimos a ver.

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