jueves, 23 de junio de 2011

La primera vez con mi tio

Esta es la primera vez que cuento lo que me ocurrió con mi tío, un hermano de mi madre.

Fue hace algunos años, yo apenas tenía experiencia con los chicos y, la verdad, me pilló un poco de sorpresa.

Todo comenzó en su casa. Revolviendo entre sus cosas encontré una foto suya desnudo que le había quitado su mujer. Esa foto me impresionó. Mi tío tenía un cuerpazo! Empecé a meterme con él y a picarle. Cuando iba a dejar la foto en su sitio, sentí cómo me agarraba por detrás y me arrastraba a la cama.

Allí se puso sobre mí y me besó en la boca de forma apasionada. Me preguntó si quería verle desnudo como en la foto. Le dije que no y me escapé como pude de su abrazo.

Desde ese día me acosaba por todas partes. Aprovechaba la mínima ocasión en la que me encontraba a solas para tocarme e intentar besarme de nuevo.

Al principio me resistía, pero llegó un momento en que no pude más. Sólo pensar en él me excitaba de una manera indescriptible. Esperaba impaciente a verle para sentir sus manos en mis pechos, por encima de la blusa. Dejé de ser esquiva con él y empecé a buscarle también sin importar quién más estuviese en casa: mis abuelos, mis padres, su mujer, sus hijos... Nos escabullíamos como podíamos para tocarnos.

Como ya he dicho, yo no tenía muchas experiencias. De hecho, era virgen, pero un día no pude más. Le deseaba y él a mí, así que acordamos quedar en un motel apartado de la ciudad para tener un encuentro íntimo.
Yo estaba muerta de vergüenza y de nervios. ¡Sólo pensar que nos podían pillar! Pero podía más el deseo.

Cuando llegamos, al entrar en la habitación no sabía cómo comportarme ni qué hacer. Fui al baño para tranquilizarme un poco y me desnudé frente al espejo. Empecé a imaginar lo que me esperaba allí fuera y me excité tanto que tuve que masturbarme. ¡Menudo orgasmo tuve! Mi entrepierna se humedeció con mi corrida. Me sentí muy segura de mí misma y, envuelta en una toalla, salí a la habitación. Mi tío estaba en la cama encima de la colcha vestido. Había encendido la televisión y había sintonizado una película porno. Eso me excitó aún más.

Me acerqué a él y le dejé que metiera su mano por debajo de la toalla que me envolvía. Era la primera vez que notaba su mano contra mi piel. Estaba llena de durezas y callosidades por su trabajo de albañil.

Me sujetó por las caderas y me atrajo hacia sí. Yo me dejé hacer, mientras mi coño se volvía a humedecer y mis labios se inchaban con la excitación. Nos besamos lentamente, explorando nuestras bocas, por primera vez sin temor a que nos pillasen. Me quitó la toalla y me contempló desnuda por primera vez. Era la primera vez también que un hombre me veía completamente desnuda. Temblaba de nervios y de lo caliente que estaba. Notaba el bulto en su entrepierna, deseaba liberarlo del vaquero que lo oprimía. Hice que se sentase en la cama y le desabroché el pantalón. Saqué su polla y la admiré con calma.

Era la primera que tenía en mis manos. La acaricié y noté su suavidad. Hasta mí llegaba su olor e imitando lo que había visto hacer en películas guarras, me puse de rodillas y empecé a besar su miembro. Mi tío no se lo esperaba, porque sabía que no tenía experiencia anterior y eso le calentó muchísimo. Empezó a gemir de placer y a empujar mi cabeza contra su polla para que entrase más y más en mi boca. ¡Era tan grande! No me cabía toda y aún así intentaba que entrase lo máximo posible para producirle el mayor placer a mi tío. ¡Además, sabía tan bien! Chupaba y chupaba sin parar, hasta que no pudo más y se corrió en mi boca. Echó tanta leche y de una forma tan inesperada, que no me dio tiempo a tragarla como había pensado, sino que resbaló por las comisuras de mis labios recorriendo la garganta y mis pechos. Cuando mi tío se recuperó del orgasmo y vio cómo estaba cubierta de su semen, empezó a besarme apasionadamente, restregando su leche por todo mi cuerpo. Yo ya no podía más.

Me tiré en el suelo boca arriba y abrí las piernas para que hiciese conmigo lo que quisiese con tal de que me apagase el fuego que me consumía. Metió su cabeza entre mis muslos y empezó a lamerme con suavidad. Una corriente eléctrica recorrió todo mi cuerpo. ¡Qué sensación! Pronto su lengua se desplazó desde mi clítoris hasta la entrada de mi vagina, mezclando su saliva con mi leche y comiéndome con fruición, como un lobo hambriento a su presa.

Me corrí en su cara, pero no paró. Me dio la vuelta y me puso a cuatro patas. Juntó su polla con mi coño y me puso a mil, pero no intentó penetrarme. Lo que hizo fue empezar a lamerme el culo y me metió los dedos por mi agujerito. La sensación fue increíble y quería más y más. Estaba muy cachonda y me sentía como una perra sucia porque me estaba tirando a mi tío carnal. No habíamos cruzado una palabra desde que entramos en la habitación, pero no hacía falta. Seguíamos nuestro instinto y nuestros impulsos. El deseo crecía y parecía que el tiempo se había detenido. Le supliqué que me penetrase porque ya no podía más. Iba a explotar de deseo.

Me levantó como si fuese una pluma y me tumbó en la cama boca arriba de nuevo. Me abrió las piernas muy despacio y se colocó encima. Por fin me iba a penetrar y sentiría su verga caliente en mi coñito húmedo y lleno de deseo. Colocó la punta en la entrada y oleadas de excitación recorrieron mi cuerpo. Hizo un poco de fuerza y de un empujón me la metió toda dentro. ¡Dios mío! Me sentí romper de dolor. El escozor dentro de la vagina era insoportable y empecé a luchar para liberarme de su abrazo, pero cuanto más luchaba yo más se excitaba él y seguía metiendo y sacando a un ritmo frenético que me destrozaba. ¡Qué sensación de impotencia me inundó! Me sentía de alguna manera traicionada y las lágrimas acudían a mis ojos. Eran de rabia por haber sido tan estúpida de dejarme follar por mi tío. Me estaba arrepintiendo y mucho de lo que estaba haciendo. Dejé de luchar y de retorcerme.

Él siguió a lo suyo sin importarle lo que yo hiciese. El dolor empezó a remitir y de pronto me sentí transportada a otro mundo. La sensación entre mis piernas fue más cálida. Notaba cómo mi entrepierna estaba húmeda y un cosquilleo hasta entonces desconocido recorría mi pelvis. Me relajé un poco más y me dejé ir para sentir el orgasmo más fuerte que había tenido hasta entonces. Me quedé sin respiración y aturdida, mareada. Mi tío lo había notado y se quedó quieto, dejándome disfrutarlo con calma, con toda su polla dentro. Cuando ya estuve satisfecha, se salió y me puso a cuatro patas. Volvió a chuparme el culo y a meterme los dedos. Cuando me di cuenta, tenía toda su polla rompiéndome por detrás, follándome sin piedad, ajeno a mi dolor de nuevo.

Esta vez me relajé antes y empecé a notar cómo sus testículos chocaban contra mi vagina, produciéndome una sensación muy placentera.

Empecé a tocarme y me corrí como una loca. Me sentía como una puta. Una puta sucia que se dejaba follar por su tío. La verdad es que, cuanto más lo pensaba, más cachonda me ponía. Deseaba que esa tarde no acabase nunca.

Mi tío empezó a acelerar el ritmo. Su respiración se convirtió en un jadeo y las embestidas eran cada vez más fuertes. Supe que había llegado el momento: sacó su polla de mi culo dolorido y la acercó a mi boca. La abrí obediente y noté por segunda vez cómo su leche se derramaba y se salía por las comisuras de mis labios y de nuevo recorría mi cuerpo.

Estábamos los dos temblando de placer.
Una vez que acabó, me besó con dulzura en la boca y me dio las gracias por haberle permitido follarme de esa manera. Nos duchamos juntos y nos fuimos. Nunca se lo conté a nadie y tampoco se repitió, pero sigue siendo la mejor experiencia sexual de mi vida.

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