martes, 28 de junio de 2011

A comer piña se ha dicho

A comer piña se ha dicho (Hetero: Infidelidad)

Guille decide serle infiel a su esposo, ahora ya puede complacerlo.

A comer piña todos.
- La verdad no me gusta tragarlos- decí­a Guille – no me
agrada el sabor.
Son muy babosos y ¡guacala! me dan ganas de vomitar.
Yo
prefiero que los eche todos dentro de mi cuquita.
No entiendo como es que a ti
te gustan demasiado.

- Es que hay un secreto para que tengan buen sabor – aclaró
Tania.
- Ah ¿sí­? ¿Cuál? – interrogó incrédula.

- Tienes que darle unas tres rebanadas de piña fresca cuatro
horas antes de tener sexo.

-¡No manches! – exclamó Guille – ahora si te volaste la
barda.

-¡Te lo juro! Tampoco le creí­ a Mireya cuando me lo dijo.
Lo
probé y mira que es cierto.
Entre más dulce es la piña, mucho mejor el sabor.

¡Inténtalo! ¡No te arrepentirás! Bueno, pruébalo ¡luego me cuentas que te
pareció!
Tania se retiró a continuar con las labores finales de ese
dí­a en su oficina.
Mientras Guille preparaba sus cosas para salir del trabajo,
se quedó pensando en la plática con Tania.
Ella querí­a encontrar la forma de
complacer a Samuel, su esposo, quien seguido le pedí­a terminar la eyaculación en
su boca en sus sesiones de sexo.
Guille nunca habí­a soportado tener esperma en
la boca sin vomitar, lo cual interrumpí­a completamente con un final placentero
en sus relaciones sexuales.
La consistencia viscosa y principalmente el sabor un
poco agrio del semen, según Guille, era muy desagradable a su paladar.
Realmente
querí­a complacer a su esposo.
Su desesperación la obligó a tratar el tema con
Tania, una mujer quizá diez años menor que ella, con una fama reconocida entre
los compañeros hombres del trabajo.
Casi todos conocí­an de las maravillas de la
boca de Tania.

Toda la tarde estuvo pensando en las palabras de Tania.
Le
parecí­a inverosí­mil la afirmación de esa alocadilla mujer, aunque tení­a que
reconocer que la fama de Tania era bien ganada.
Habí­a decidido hacer un esfuerzo
para complacer a su marido esa noche.

-¡Me vengo! ¡Me vengo! – dijo a gritos Samuel, tratando de
advertir su corrida a Guille quien, contrario a su costumbre, no retiró la verga
de su boca.
El esfuerzo de Guille fue en vano.
En cuanto probó el semen,
inmediatamente se desencadenó en ella el vomito, rompiendo la armoní­a de su
relación sexual.
Samuel, no dijo nada, sabí­a que eso pasaba cada vez que
terminaba en su boca.
Aunque valoró el intento hecho por su esposa.
Cuando
Guille regresó del baño, Samuel la abrazó dulcemente y le dijo que debió sacarse
la verga de la boca.
Guille no dijo nada, se acurrucó en sus brazos y así­
quedaron dormidos.

Al dí­a siguiente, Guille vio llegar a Tania a la oficina con
un traste de plástico repleto de piña.
Pasó por el escritorio de Ricardo
dejándole el traste al momento que decí­a:
- Te traje tu desayuno Richard, ¡cómetelo de una vez!
- Gracias por el desayuno, ¡que rico! – le contestó Ricardo.

Tania continuó su camino con una sonrisa pí­cara en su rostro.

Guille registró toda la acción de Tania y Ricardo, ya no le pareció casual que
Tania hubiese llevado la piña.
A la hora de la comida, Guille pasó por Tania
para salir juntas a comer.
Tania argumentó que tení­a trabajo atrasado y que
preferí­a quedarse.
Al pasar por el escritorio de Ricardo, lo observó con todos
los papeles revueltos, sin ninguna intención de tomar su descanso.
Era claro
para Guille porque quedarí­an ellos en la oficina.
Devoró su comida y regresó
mucho más temprano de lo previsto queriendo comprobar su teorí­a.

Sin hacer ruido abrió las puertas de la oficina.

Sigilosamente se dirigió al cubí­culo adjunto al de Tania, los suspiros y gemidos
confirmaron que Tania y Ricardo se quedaron a coger en la oficina.
Guille
escuchó las exclamaciones y gemidos por varios minutos.
Ricardo elogiaba la
forma como Tania le mamaba la verga.
La situación puso muy caliente a Guille,
empezó a buscar un sitio por donde pudiera mirarlos.
La opción que encontró fue
subirse a un escritorio y asomarse por encima de la división de los cubí­culos.

Así­ lo hizo, pero lo único que podí­a observar era el reflejo de sus figuras en
los cristales de las ventanas.

Se apreciaba a Ricardo semisentado sobre el escritorio con
las piernas abiertas sin pantalones.
Tania, hincada, tení­a sus manos
deteniéndose en los muslos y su cara metida entre las piernas de Ricardo.
Guille
observó claramente como la verga de Ricardo salió poco a poco de la boca de
Tania hasta quedar completamente fuera.
La lengua de Tania se movió rapidí­simo
sobre la cabeza del palo de Ricardo con movimientos viperinos.
Las exclamaciones
de placer de Ricardo se hicieron más fuertes.
Tania volvió a sumir su cara entre
las piernas de Ricardo metiendo casi toda la verga en su boca.
Tania sacaba y
metí­a la verga a su boca una y otra vez, hasta que Ricardo se incorporó poniendo
a Tania con su pecho sobre el escritorio.
Bajó los pantalones de Tania hasta las
rodillas, hizo a un lado la panty y le metió la verga de un jalón.
Los gemidos
de ambos se mezclaron, Guille seguí­a, atenta los detalles de la cogida.
Tania
comenzó a vociferar pidiendo que se la cogiera muy duro, solo paró hasta que sus
gemidos se hicieron muy fuertes por su orgasmo.
Ricardo estaba a punto de
terminar también.
Gritó: – ¡Me corro! ¡Ahí­ van! ¡Ahí­ van! Tania se levantó como
resorte y se hincó para meterse la verga en la boca.
Succionó tan fuerte que
eran claros los sonidos de las chupadas que le daba al palo de Ricardo.
Una
exclamación prolongada de Ricardo indicó su eyaculación.
Tania ya no sacó la
verga de su boca, bebió todos los espermas que pudo.
Siguió chupando la verga
hasta que se puso flácida.
Cuando terminó abrió su boca mostrando una gran
cantidad de espermas.
– ¡Que riiicos! – dijo Tania con voz poco entendible.
–
Ahí­ hay otra gota – dijo señalando la última gota de semen, apresurándose a
recogerla con su lengua.
Lamió el palo de Ricardo hasta dejarlo completamente
limpio.

Guille bajó silenciosamente del escritorio y se dirigió a la
salida de la oficina.
Caminó por las calles de la Zona Rosa, tratando de
recuperarse del asombro por lo que habí­a visto.
Era verdad que Tania disfrutaba
tragándose los espermas.
Aun se preguntaba si serí­a verdad el cuento de la piña.

Transcurrieron varios dí­as, sin que Guille se animara a
intentar el consejo de Tania.
Una mañana de viernes, se dio cuenta que Tania le
dejó ‘su desayuno’ a Tomas, otro compañero de la oficina.
Tomas tendrí­a su
último dí­a de trabajo ahí­, pues a partir de la siguiente semana estarí­a
laborando en Ciudad Juárez.
Ya sabí­a que ocurrirí­a a la hora del descanso.

Quince minutos antes de la hora de la comida, llegó el chofer de la empresa
diciéndole con urgencia a Tania que el jefe lo envió por ella pues la
necesitaban en otro edificio de la compañí­a.
Tania no pudo negarse y salió tan
pronto estuvo lista.
Tomas no se habí­a dado cuenta de la situación, Guille lo
supo porque él preguntó a ella por Tania.
Guille le explicó lo ocurrido.
Tomas
regresó a su lugar de trabajo.
Guille se quedó pensando en la situación.
Sabí­a
que Tomas quedó con las ganas de cogerse a Tania, y que además estaba
‘condimentado’ con la piña de la mañana.
Pensó en la posibilidad de comprobar la
teorí­a de la piña, era su oportunidad.
Pero ¿Serí­a capaz de serle infiel a
Samuel? Supo la respuesta cuando Tomas pasó por su cubí­culo y le preguntó si
irí­a a comer.

¡No! – respondió Guille- argumentó que se quedarí­a en la
oficina porque no podí­a salir así­.

-¿Qué te pasa? – dijo Tomas interesado.
- Es que….
Este… es ….
- con un movimiento rápido de su mano,
con sus uñas, se rasgó las medias por detrás de su muslo- es que se me corrieron
las medias y no tengo otras de repuesto.

Sin dar tiempo de contestar a Tomas, Guille se puso de pie
pidiéndole que le dijera si era muy notorio el rompimiento de las medias.
Guille
se puso ligeramente de espaldas a Tomas y con su mano levantó su falda
mostrándole mucho más arriba de donde termina la media.
Tomas abrió los ojos al
mirar el blanco muslo de Guille.

- Sí­, se nota mucho – dijo Tomas.
- Ya lo ves, porque no puedo salir.

- Pero te puedes quitar las medias y salir sin ellas – le
aconsejó Tomas.
- Tienes razón, déjame quitarlas.
Así­ de espaldas a Tomas, Guille se empezó a quitar lentamente
las medias, levantando por completo su falda, con toda la intención de que Tomas
la observara, agachándose descaradamente cuando retiró las medias de sus pies.

Así­ quedó unos segundos, mostrándole su espectacular culo.
De reojo se dio
cuenta que Tomas que parecí­a una estatua mirándole las nalgas.
Se incorporó y
observó la evidente erección de Tomas, sin decir nada, caminó lentamente hacia
tomas.
Se hincó frente a él, desabrochándole el pantalón y sacando su verga.
La
mano de Guille ayudó a que la verga se pusiera completamente erecta.
Unas gotas
de semen se aparecieron en la cabeza de la verga.
Guille dudó en probar ese
lí­quido pegajoso, la curiosidad – y la calentura- la animaron a probar los mocos
de Tomas.
Guille estiró su lengua lentamente, recogiendo con ella la mayor
cantidad de semen, suspirando y cerrando sus ojos los llevó a su paladar.
Ella
misma se sorprendió al no encontrar desagradable el lí­quido probado.
Por el
contrario le parecieron sabrosos e inmediatamente comenzó a mamar la verga de
Tomas con frenesí­.

Tomas, ya confiado y repuesto de la sorpresa, se bajó por
completo su pantalón y se quitó su camisa.
Tomo la cabeza de Guille para guiarle
la distancia y fuerza de la mamada.
Guille sacó la verga de su boca para
masturbarla con la mano, le urgí­a que descargara todo el semen y comprobar si
era igual de dulce como el lí­quido que probó en la cabeza del palo.
Tomo la
verga con mucha fuerza, masturbándola muy rápido.
Tomas tení­a los ojos cerrados
disfrutando los cariños de Guille a su verga.
Finalmente Guille rompió el
silencio:
- ¡Que dura esta tu verga Tomas!
- ¡Así­ me la pusiste, mamacita! Mámamela otra vez – le pidió
Tomas.
Guille obedeció sin chistar, metió un buen tanto de la verga
en su boca, y colocó su mano en la base del palo.
Masturbaba y mamaba al mismo
tiempo la verga.
Le dedicó especial atención a la cabeza de la verga, haciéndole
miles de caricias usando la lengua, dientes y labios.

-Hhhhuummmmm! – exclamó Tomas al momento que su verga aventó
una gran cantidad de espermas dentro de la boca de Guille.
Ella no se inmutó,
degustó el semen y lo pasó sin ninguna dificultad.
Al confirmar el sabor
agradable del esperma, Guille pegó su boca con más fuerza a la verga de Tomas,
succionando y sacando grandes cantidades de mocos en cada mamada.
Esa nueva
experiencia en Guille le desencadenó su orgasmo.
Siguió mamando la verga
mientras tení­a su orgasmo, moví­a la cabeza de un lado a otro, aumentando el
placer de Tomas.
Guille no paro de mamar hasta que ya no salio nada de leche.

Por el estimulo de la boca de Guille, la verga de Tomas continuó erecta.

Con calma y la respiración muy agitada, Guille se puso de pie
y se quitó su pantaleta.
Levantó su falda y se colocó sobre el escritorio, tal
como vio a Tania hacerlo.
Con sus manos separó sus glúteos y le habló a Tomas: –
¡Cógeme! ¡Hazme lo que quieras!

Sin pensarlo dos veces, Tomas le dejó ir toda su verga a
Guille.
Ella cerró sus ojos, dejó que Tomas la poseyera al ritmo y fuerza que él
quisiera.
Reaccionó al sentir la respiración de Tomas atrás de su oreja al
momento que su cuerpo se sacudí­a por el siguiente orgasmo.

- ¡Así­ Tomas! ¡Así­! ¡Cógeme duro!
Tomas se incorporó y puso sus manos sobre los hombros de
Guille para apoyarse y darle unas metidas de verga muy fuertes y profundas.
Al
poco tiempo, Tomas anunció su venida.

-¡Me vengo! ¡Me vengo!
Guille se hincó nuevamente frente a él.
Usando su boca y mano
ayudó a que Tomas terminara otra vez, en su boca desde luego.
Guille no salí­a de
la sorpresa al probar que tan dulce le sabí­a todaví­a el semen de Tomas.

Tomas cayó desfallecido sobre la silla.
Guille seguí­a
saboreando la dulzura del esperma.
Con su dedo recogí­a algunos mocos que habí­an
quedado alrededor de su boca.
Regreso a la verga de Tomas a beber la ultima gota
que se asomaba en el orificio de la verga.
Exhausto Tomas comentó:
-¡Vaya que si les gusta la leche a las viejas de esta
oficina!
Guille se arregló la ropa, invento una excusa para justificar
su comportamiento.
Le dijó a Tomas que esa era su despedida, que era un encargo
de Tania.
-¡Gracias por la despedida! Las dos son muy buenas cogiendo.

¿Quién les enseñó?
-¡Tu hermana, cabrón! Jajajajaja , jajajaja ¡ – le respondió
Guille.
Cuando Tania llegó, Guille le confesó lo que habí­a pasado.

-¿Y a que conclusión llegaste? – preguntó Tania.

-Tení­as razón.
Me recordó el sabor de la mantequilla.

Definitivamente el sabor es lo que hace la diferencia porque su consistencia era
la misma.
En cuanto salga voy al súper a comprar piña para darle a Samuel.
- ¿Quieres otro consejo? – intrigó Tania.
- Por supuesto – dijo Guille presurosa.
- Dale piña durante dos o tres dí­as antes de tener sexo, de
veraz que parece miel.
Guille lo llevó a la práctica.
Según me comentó tuvo
resultados sorprendentes.
Ustedes pensaran – como me pasó cuando intercambie
comentarios con Guille – que es una jalada.
Por mi parte lo único que puedo
decirles es que ya tengo cuatro meses comiendo piña en el desayuno y en el
postre de las comidas todos los dí­as.
La más feliz de todo esto es, Ely, mi
esposa.
Hagan la prueba.
Luego nos comentan sus resultados.
Bye-bye.

No hay comentarios:

Publicar un comentario