jueves, 30 de junio de 2011

La verdad sobre tu marido Pedro

La verdad sobre tu marido Pedro (Hetero: Infidelidad)

¿Qué hacer cuando en plena luna de miel te enteras de que tu marido ya te ha sido infiel? Pues lo más socorrido es acudir a los servicios de animación del hotel.

La verdad sobre tu marido Pedro
Cancún, el paraí­so del turista, hotel de cinco estrellas,
primera lí­nea de playa, jacuzzi en la habitación, club de golf, show-espectáculo
todas las noches, un tiempo espléndido.
.
.
¿Qué más podrí­a yo desear en mi luna
de miel?
¡Pues un marido que me quisiera!
¿Acaso es tanto pedir?
Ah, y ya de paso que este hotel no tuviera un servicio de
internet gratuito para sus clientes.
Claro que eso serí­a matar al mensajero.
¿Quién me mandarí­a a mí­ meterme en la sala de ordenadores a
mirar mi correo? Se trataba de desconectarnos del mundo, de aislarnos y de
disfrutar de nuestro amor ahora que Pedro y yo nos habí­amos unido en santo
matrimonio para siempre y habí­amos jurado ser FIELES el uno al otro delante del
cura.
Si encima yo hasta me lo creí­ cuando lo dijo.
¡Y yo que querí­a casarme en
un juzgado! Esta claro, no tuve que hacer caso a Pedro.
"El compromiso es mayor
si nos unimos por la iglesia" me decí­a el muy cabrón.
Hay que mirarlo por el lado bueno, más vale que te enteres de
quien es tu marido a los nueve dí­as de casados que no a los nueve años.
Y si yo
me he enterado ha sido gracias a ese misterioso correo electrónico.
Nada más abrir mi bandeja de entrada me encontré con ese
nombre que no me decí­a nada.
¿Felipe Gómez? Yo no conozco a ningún Felipe Gómez.

Asunto: "La verdad sobre tu marido Pedro".
Qué cosas.
¿Será un virus? El correo
tení­a muchas "kas", podrí­a serlo.
Bueno lo abrirí­a de todas maneras, total de
infectarse algo serí­a el ordenador del hotel.
Y ese fue mi error, o quizá mi salvación no lo sé, pero
cuando lo abrí­ casi paso directamente de la sala de ordenadores a la enfermerí­a
del hotel.
Vaya palpitaciones me dieron, no podí­a ni respirar.
Me ahogaba.
Vamos
lo que viene en llamarse un ataque de ansiedad.
Reconozco los sí­ntomas
perfectamente.
Los explicaron en un telediario de Antena 3.
Y es que en los
informativos de esa tele, fijaros si no, te cuentan una enfermedad diaria.
Pero no perdamos el hilo.
El caso es que el tal Felipe Gómez
sólo me escribió dos lí­neas:
"Abre los archivos adjuntos.
Un amigo.
"
No sabí­a que tení­a amigos tan locuaces.
Abrí­ los archivos,
tres concretamente, tres fotos.
La primera me provocó el ataque de ansiedad, la
segunda un amago de infarto y la tercera la trombosis cerebral.
Bueno, quizá
exagere, pero algo parecido fue lo que sentí­.
La primera foto es de mi marido besándole una teta a la
guarra de Pilar, su compañera de trabajo.
En la segunda, la cerda de Pilarica
aparece chupándole el pene a Pedrito, él, lógicamente, está ya con los
pantalones bajados.
Y en la tercera el hijoputa de mí­ casi ya ex marido penetra
por atrás a la mala ví­vora y zorra esa.
Y casi que esto no es lo peor.
Lo más humillante es que
reconozco el escenario de las fotos y las ropas que lleva Pedro.
Es su traje de
BODA y esas fotos están echas en los servicios de la sala de fiestas donde
celebramos NUESTRA boda.
Es decir, se la tiró el dí­a, se supone, más feliz de
nuestras vidas.
Por el estado en el que se ve la corbata en esas imágenes
calculo que tardó unas cinco horas en ponerme mis primeros cuernos de casada.
Y
el muy cerdo me dijo esa noche al llegar al hotel que estaba muy bebido para
consumar el matrimonio, que casi que lo dejábamos para el dí­a siguiente.
Con mis 25 años soy la envidia de mis amigas y compañeras de
trabajo y el objeto del deseo de todo macho viviente.
Con mi metro setenta y
cinco, mi melena rubia natural, mis tetas firmes, mi coño rasurado, mi culo
macizo, mi cara de tí­a buena y, por si te faltaba algo, con mi doctorado en
biologí­a molecular; con todo eso, tú, el dí­a que me caso contigo prefieres
follarte a la doble de Dolly Parton.
Pues muy bien, ahora te vas a enterar de
quien es tu futura ex mujer.
La primera de mis venganzas no tardaste en sufrirla.
Sí­,
querido Pedro, la diarrea aguda que padeciste no fue porque la langosta con la
que babeabas a la hora de la comida estuviera en mal estado sino por los polvos
contra el estreñimiento que te eché.
Quizá me pasé vaciando las 30 dosis enteras
en tu copa de vino.
No me extraña que le dijeras al camarero que estaba picado.

Tampoco que él te mirara con expresión de "eres un garrulo".

Pero mi objetivo no fue causar daño fí­sico.
Mi objetivo era
que te quedaras en la suite nupcial cagando toda la velada para yo tener ví­a
libre.
Como comprenderás no me podí­a perder el espectáculo folclórico que esa
noche ofrecí­a el hotel.
Pero, fí­jate, al final cambié el programa y yo misma me monte
mi propio espectáculo.
Y desde el principio tuve bien claro a quien deseaba como
protagonista masculino del show.
Me habí­a fijado bien en él desde el primer dí­a en el hotel,
pero claro como yo era una esposa recién casada, sólo le miraba como parte del
paisaje, bonito eso sí­, pero mero paisaje.
Luego me hicieron gracias sus
ocurrencias.
Estando tumbada en la piscina del hotel tomando tranquila el sol,
lo menos que deseaba era que alguien me sacara a bailar pero con su alegrí­a
vital y sus tablas en el escenario lo logró, y no sólo a mí­, prácticamente nos
puso a danzar y a hacer el ridí­culo a todos los presentes con esas coreografí­as
horteras de canciones tontas de verano.

Como animador de un complejo turí­stico es de lo mejor que he
visto.
Porque animar.
.
.
¡Vaya si animaba! Pero terminó de ganarme para su causa
cuando me sacó de pareja de baile.
Pedro no estaba, creo que se habí­a ido a
dormir la siesta.
í‰l pidió voluntarias para una clase de salsa.
No faltaron,
cinco o seis chicas levantaron la mano, yo, desde luego, no lo hice.
Pero él se
fue directo hacia a mí­, me obligó a mi pesar a incorporarme y más que enseñarme
a bailar me meneó como quiso.
A mí­ nunca me han gustado los tí­picos machitos con
imagen de latin lover pero, claro, es que nunca habí­a tenido uno cerca.
Y
Manuel, el animador cultural del hotel de quien os hablo, estuvo muy cerca de mí­
aquella tarde.
Qué bueno estaba, qué moreno, qué ojos negros, qué músculos, qué
culo.
.
.
en fin, una joya
Pero yo insisto, hasta que no vi las fotos de mi marido
follándose a la guarra de Pilar, Manuel era parte del paisaje y nada más.
Pero
la cosa ha cambiado y ahora Manuel se ha convertido en el instrumento de mi
venganza la, nunca mejor dicho, dulce venganza.
Mi objetivo no iba ser fácil, era conciente de que Manuel
tení­a detrás a una larga cola de mujeres de todas las edades derritiéndose por
irse a la cama con él.
Yo iba a ser una más pero estaba convencida de que lo
lograrí­a.
Me puse para ello las galas que, creo, mejor me sienta.
Un vestidito
naranja de verano de tiras y escote pronunciado.
Lo llevaba sin sujetador y con
la espalda completamente al aire.
La falda ajustadita llegaba hasta la rodilla y
esperaba que fuera más que evidente que tampoco tení­a bragas puestas.
Cuando llegué a la discoteca del hotel Manuel estaba sentado
en una mesa junto con tres mujeres muy guapas y otro de los animadores, también
de muy buen ver, por cierto.
Me hice la despistada como buscando a alguien y
cuando me crucé con su mirada le sonreí­.
No estoy acostumbrada a hacer estas
cosas, pero así­ es como se liga en las pelí­culas y no se me ocurrió otra cosa.

Una vez que él reparó en mi presencia me fui a la barra a pedir una margarita.
No tardó en llegar y ponerse a mi lado.
Pidió un daiquiri y
como quien no quiere la cosa me preguntó.
.
.

- ¿Mire qué hace usted tan sola por aquí­ ahorita? ¿No le
acompañó su esposo?- me dijo.
- No, está durmiendo y yo esta noche no tengo mucho sueño.

Así­ que me he dicho.
.
.
¿Por qué no bajas a tomar una copa y a hacer amigos? Y
aquí­ estoy, a ver qué tal se da la noche ¿tú que crees?- dije en un ataque de
estúpida verborrea impresionada por la morenaza presencia de Manuel.
- Pues ha venido al lugar indicado.
Siéntese con nosotros si
quiere.
No supe que responder.
No me apetecí­a nada ir a esa mesa
donde estaba, además, la competencia sentada.
Yo lo que querí­a es que me llevara
algún lugar donde folláramos como locos.
- No gracias Manuel, estoy bien aquí­ pero ve tú, no te
molestes por mí­.
- No me gustarí­a dejar sola a una mujer tan hermosa como
usted.
Ay, por dios, qué cosas me dice este hombre, sí­ parece salido
de una pelí­cula del Richard Gere.
- Bueno, vale, pues entonces no me llames de usted, llámame
Eva, que es mi nombre.
- Encantado de conocerte Eva- dijo besándome las mejillas.
Estuvimos un buen rato hablando mientras nos tomábamos las
copas.
Al principio fue ameno, Manuel sabe dar conversación a una mujer, pero el
caso es que éramos interrumpidos constantemente por chicas que se acercaban a
saludarle.
A él se le iban los ojos con frecuencia hacia ellas y yo me temí­a que
de un momento a otro se me escapara.
Además, cuando nos quedábamos solos de
nuevo, él se quedaba despistado, perdí­a el hilo, y como tampoco nos conocí­amos
de nada pues nos quedábamos sin tema de conversación, sometidos a un tenso
silencio hasta que alguno de los dos soltaba algún tópico ridí­culo para salir de
la situación.

No era plan y yo me dije a mi misma: Chica, o espabilas y te
dejas de cortejos de peli mala o te quedas sin Manolito.
- Mira Manuel, voy a ser sincera.
Voy sin bragas ni sujetador
y lo que yo quiero esta noche es que tú, y si es posible un par de amigos tuyos,
me folléis, o me cojáis como decí­s en México, toda la noche hasta que caiga
exhausta.
¿Cómo lo ves?
Manuel, acostumbrado como estaba a recibir ofertas sexuales
todas las noches se quedó blanco con mi declaración de intenciones, pero yo
logré mi objetivo.
Y así­ me lo hizo saber, tartamudeando, eso sí­.
- Cla.
.
.
claro, claro.
Vo.
.
.
voy a buscar a dos compañeros
que seguro que te agradan.
Espérame un momento Eva.
No tardo en regresar con su compañero el animador y con otro
chico que jurarí­a que era el camarero que me sirvió la margarita.
Ambos estaban
buení­simos también, a lo mejor no tanto como Manuel, pero casi.
- Eva, éste es mi amigo Juan otro animador del hotel y
Ernesto experto en cócteles.

Besé a los dos y sin perder más tiempo dije.
.
.
- Bueno, mi habitación está ocupada por mi marido, así­ que,
¿disponéis vosotros de alguna dependencia que pueda servirnos para iniciar
nuestros menesteres?
- Ninguno de nosotros tiene habitación en el hotel pero a
esta hora está cerrado el recinto de la piscina y nosotros tenemos llave.
Allí­
no nos molestará nadie- propuso Manuel.
- Pues a qué esperamos.
Llegamos al recinto ajardinado sugerido por Manuel.

Efectivamente no habí­a nadie allí­, y como estaba cubierto por grandes palmeras
que impedí­an que fuéramos observados desde el hotel, nuestra intimidad estaba
más o menos salvaguardada.
Estaba ansiosa por empezar así­ que me tiré hacia el
cuello de Manuel y directamente le metí­ la lengua en su boca.
Mientras besaba a Manuel enseguida noté como desde atrás
alguien me agarraba con fuerza las tetas.
Giré la cabeza y comprobé que eran las
manos de Juan, el otro animador.
Para facilitarle su trabajo me despojé del
vestido y me mostré ante ellos completamente desnuda.
Aquellos tres machos
supermachos se quedaron mirando mi cuerpo como si fuera el primero de mujer que
veí­an en su vida.
Qué subidón de autoestima.
Fue Ernesto, el camarero, el primero en desnudarse, lo hizo
en un par de rápidos movimientos.
Me cogió de la mano y me llevó hasta la
piscina.
El se metió primero, por la parte que no cubre, y me tendió los brazos
invitándome a que le siguiera.
Así­ lo hice.
Me sumergí­ y al salir él me esperaba
para besarme y magrearme.
Ernesto besaba muy bien, su lengua se moví­a lenta y diestra
en el interior de mi boca.
Al tiempo me tocaba mi monte.
Yo ya estaba bastante
receptiva.
Percibí­a sus hábiles caricias y aumentaba mi calentamiento.
Volví­ a
notar como alguien me cogí­a de nuevo mis tetas desde atrás.
De nuevo era Juan.

Giré el cuello para besarle, saque mi lengua, él la suya, y las juntamos.

Seguí­ besando a aquellas dos maravillas masculinas hasta que
descubrí­ a Manuel desnudo sentado en el borde de la piscina con las piernas
dentro del agua.
Me deshice de los dos hombres y me fui hacia él.
Directamente
hacia su polla.
Me la metí­ en la boca estaba ya bastante empalmada pero sabí­a
que aún podí­a dar más de sí­.
La engullí­ con gusto.
Lamí­ su base, luego su glande
suavemente, y luego me la metí­ en la boca succionándola a un ritmo lento.
No es
que me apasione comer pollas pero, oye, aquella la estaba disfrutando.
Serí­an
las ganas.
A los otros dos chicos debió de darles envidia porque se
colocaron en la misma posición que Manuel, sentados en el borde esperando su
turno para la mamada.
No les defraudé.
Me dirigí­ a la de Juan y repetí­ la misma
técnica que con Manuel.
í‰l cerró los ojos y se abandonó al disfrute.
Pasado un
tiempo prudencial cambié otra vez de polla, a la de Ernesto, pero esta vez mis
chupadas fueron acompañadas de unos fantásticos toqueteos de Manuel en mi
coñito.
Me cogió desde atrás y mientras me besaba el cuello me masturbaba.

Ernesto fue otro beneficiario indirecto de esos tocamientos porque animada por
el placer que me estaba causando mi animador preferido, chupé su polla con
voracidad.
Fue Manuel quien asiéndome de las nalgas me sacó de la
piscina y me colocó en el suelo.
Desde el agua, donde él permanecí­a, abrió mis
piernas y dirigió su boca hacia mi hospitalaria vulva.
¡Cómo lamí­a aquella viril
belleza mexicana! Creo que no dejó ni un solo rincón de mi vagina por chupar.

Aparecieron mis primeros temblores de placer de la noche y me habrí­a corrido si
no me hubiera desconcentrado una polla golpeándome la cara.
Era la de Juan.
Me la metí­ en la boca mientras seguí­a disfrutando de las
caricias de Manuel.
Ernesto también me dejó su verga a mano, y nuca mejor dicho.

Así­ que alterné la chupada al animador y la paja al camarero para luego cambiar
e invertir los términos.
Pero la sensación de la noche, estaba por llegar.
Manuel
salió de la piscina para colocarse encima de mí­.
No tardé mucho en notar el
glande de su potente verga contactar con mis labios mayores.
Lentamente se
adentró en los menores, luego disfruté de su llegada a la entrada de la cueva y
casi me desmayé cuando definitivamente la insertó en mi coño.
Jadeaba como
posesa a pesar de tener la polla de Juan en mi boca.
Manuel me folló como quiso.
Yo seguí­a chupando los miembros
de Juan y Ernesto alternativamente pero lógicamente menos concentrada.
Al rato
Manuel se cansó y cambio de postura.
Me puso a cuatro patas y yo me dejé.

Ernesto se colocó también detrás y mientras Manuel me penetraba él complementaba
mi placer acariciando la parte superior de mi clí­toris.
Para mayor goce todaví­a
Manuel también masajeaba mi ano, llegando a introducir un dedo en él, y yo
mientras chupaba y chupaba el falo de Juan.
Me sentí­a en la gloria y no tardaron
en llegar los primeros espasmos de placer.
Solté la polla de Juan y me corrí­
jadeando con frenesí­.
Que suerte ser multiorgásmica en estas ocasiones.
Manuel sacó su pene de mi vagina pero enseguida Ernesto le
sustituyó.
Yo seguí­a a cuatro patas lamiendo a Juan pero Manuel también quiso su
dosis.
Me comí­ entera su erecta verga en agradecimiento por lo bien que me lo
habí­a hecho.
Pero a los pocos segundos la sacó, él mismo se la meneó y de ahí­
empezó a salir un buen chorro de semen que cayó directamente sobre mi cara.

Ernesto seguí­a a lo suyo, pero llegado un momento sacó su
polla de mi coño y se dirigió a chuparme el culo y el ano mientras me lo
dilataba con uno y dos dedos.
Juan mientras se colocaba debajo de mí­.
No daba
abasto, hací­a lo posible por facilitar el trabajo a los dos hombres.
Todaví­a
tuve unos segundos para fijarme en Manuel que se habí­a tumbado a descansar con
su miembro ya flácido después de correrse en mi cara.
Juan, ya debajo de mí­ me insertó su miembro en mi coño.
Otra
vez estaba siendo follada y otra vez me vení­an oleadas de placer.
Ernesto seguí­a
dale que te dale chupando mi culo y metiéndome dedos.
Suponí­a que no iba a
tardar en penetrarme por atrás.

Ese agujero sólo habí­a sido explorado una vez por un novio
anterior a Pedro aunque mi marido creí­a que yo era virgen por ese lado.
Pues no,
no lo era y además ahora estaba dispuesta a entregárselo otra vez a aquel guapo
mexicano.

No tardó en metérmela.
Qué impresión, aquello no iba a caber
allí­.
Pero yo me dejé hacer.
El dolor que me produjo su inicio de penetración
era amortiguado por el placer que Juan que me estaba provocando.
Al final logró
meterla entera hasta el final.
Estaba siendo penetrada por dos hombres a la vez.

Siempre habí­a creí­do que aquello era una leyenda, que era fí­sicamente imposible
llevar a cabo esa empresa.
¡Ay! Qué ingenua pudo llegar a ser.
No sólo era posible sino que aumentaba el placer por dos,
tres o cuatro.
Las embestidas de uno y de otro me estaban llevando a un segundo
orgasmo.
De nuevo aumenté mis jadeos, no podí­a controlarme.
Mis movimientos
estaban limitados por aquella empanadilla de hombres sobre mí­ pero aún así­
temblé todo lo que pude y me corrí­ gritando.
Aquel sonido debió de escucharse
hasta en California, pero me daba igual todo.

Nada más mitigarse mi orgasmo noté el semen de Ernesto
derramarse en el interior de mi culo.
Sacó su polla y me dejó sola con Juan que
seguí­a follándome.
Pero pronto se apartó.
Me hizo ponerme de rodillas y colocó
su pene entre mis tetas.
Me afané en apretarlas y darle placer con mis pechos al
otro animador.
Al final, al igual que habí­a hecho Manuel cogió su propia polla y
meneándosela se corrió en mi cara.
Me quedé tumbada un buen rato estirada en aquel suelo húmedo.

Los tres chicos se acercaron a mí­ lado y también se quedaron allí­ reposando.

Me habí­a quedado muy satisfecha pero todaví­a era posible más
y esa noche iba a por todas.
Tras un par de minutos de descanso me recosté sobre
el pene flácido de Manuel y me lo metí­ en la boca.
Lo chupé distraí­da sin
esforzarme demasiado pero empezó a crecer y a crecer.
Una vez estuvo
completamente erecto sí­ lo succioné con mayor interés, metiendo y sacándolo de
mi boca.
Cuando consideré que era el momento oportuno me monté encima de Manuel
y comencé a follármelo de nuevo.
Primero lento, mi coño tampoco estaba ya para muchos trotes
pero luego, animada por las nuevas oleadas de placer, aumenté la cabalgada.
La
escena debió de animar a los otros que de pie colocaron sus penes a la altura de
mi cara.
Los chupé alternativamente e incluso en un par de ocasiones me los metí­
los dos en la boca.
Aquella noche estaba yo experimentadora.
En plena montada escuché la voz jadeante de Manuel
- Oye Eva, quisiera cogerte por atrás.
Sin decir nada me levanté de encima de él.
Me volví­ a colocar
a cuatro patas.
Pero él me corrigió.
Se sentó él en el suelo y me colocó encima
de él.
Estuvo unos segundos buscando con su verga mi agujero.
Costó pero me la
volvió a insertar.
Vaya follada por el culo que me metió aquel morenazo.
Yo en
esa posición lo tení­a fácil para acariciarme el clí­toris al mismo tiempo que
acogí­a sus embestidas.
El placer era tremendo.

Pero Juan y Ernesto también quisieron participar.
Manuel,
generoso, se separó de mi culo.
Me dejaron tumbada boca a arriba.
El primero en
llegar fue Ernesto.
Me levantó las piernas y comenzó penetrarme, esta vez por
adelante.
Lo hací­a bien, moviendo su culo y cambiando de ritmo hasta lograr uno
que nos satisficiera a los dos.

Qué bien follaba Ernesto también.
Estaba a punto de llegar a
mi tercer orgasmo de la velada pero él paró y le dejó el turno a Juan.
Menos mal
que el relevo fue rápido.
El animador lo retomó donde lo habí­a dejado el
camarero y tras un par de minutos de acoplamiento yo me dejé llevar otra vez.

Esta vez tuve convulsiones por todo el cuerpo.
Alcance el éxtasis con los ojos
cerrados y sin que Juan parara de follarme.
Cuando notó que yo habí­a terminado de forma satisfactoria
también se salió.
Abrí­ los ojos y me encontré a los tres mirándome sin saber que
es lo que tocaba ahora.
Yo les dije:
- Venid chicos, terminemos esto con un buen baño de semen.
Colocaron sus penes alrededor de mi boca y yo fui meneándolos
y chupándolos hasta que uno a uno se fueron corriendo sobre mi cuerpo.
Primero
Manuel, luego Juan y para terminar Ernesto.
Acabé extasiada de tanto semen.
Que sensación de poderí­o
sexual llevaba encima.
Me sentí­ en la gloria habiéndome follado a aquellos tres
cuerpos, siendo penetrada por todos mis orificios.
Me sentí­a, no sucia, sino
esplendorosa toda mojada por su leche.

Me quedé un rato con los ojos cerrados tumbada en el suelo.

Hasta que escuché la voz de Ernesto.
- Yo debo volver al bar o el jefe podrí­a enojarse por mi
ausencia.
- Nosotros también debemos irnos, Eva, debemos animar el
karaoke de la discoteca- me dijo Manuel

- Id, id.
A mí­ ya me habéis animado bastante.
Pero os pedirí­a
que me dejárais la llave del recinto y luego os la devuelvo en el bar.
Me quiero
dar un baño en piscina.
- No hay problema.
Se vistieron y me dejaron sola.
Estuve nadando un buen rato
relajada y satisfecha sin atisbo de culpabilidad.
La venganza habí­a sido mejor
de lo que yo esperaba.

Casi una hora después me acerqué a la discoteca y
discretamente le devolví­ la llave del recinto de la piscina a Manuel.
A
continuación subí­ hasta mi habitación.
Al entrar, mi marido seguí­a defecando en
el baño, quejándose del dolor que le asolaba por todo el cuerpo.
Qué pena.
Sin
preguntarle por su estado ni darle ningún tipo de explicación sobre lo que habí­a
hecho me acosté, él tampoco estaba para muchas disquisiciones.
En esos momentos
sólo tení­a una preocupación, aplacar la marea negra.
Dormí­ bastante bien esa
noche.
Al la mañana siguiente lo primero que hice fue bajar a la
agencia de viajes del hotel.
Cambié mi billete de regreso.
Tuve que pagar un
recargo importante pero logré un vuelo a Madrid para esa misma tarde.
Luego me
pasé por la sala de ordenadores e imprimí­ el álbum de boda de mi marido con su
querida Pilar.
Subí­ a la habitación y le dije a Pedro que fuera al médico del
hotel para que le recetara algo.

í‰l se marchó casi sin poder andar y yo aproveché para hacer
mi maleta.
Cuando terminé coloqué las fotos en la cama y le dejé una nota antes
de marcharme al aeropuerto:
"í‰sta es la verdad sobre mi marido Pedro.
Adiós"
Sí­ tenéis algún comentario que hacerme será bien recibido:

POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO

No hay comentarios:

Publicar un comentario