martes, 28 de junio de 2011

La sorpresa que le di a mi mujer

La sorpresa que le di a mi mujer (Hetero: General)

No sabí­a como responderí­a pero no salió del todo mal.

¿Como te gustarí­a que te follara perra cabrona?.
Vamos
dime como quieres que te destroce tu apretado culo.
Pienso dejarte tu
chorreante coño tan escocido que no lo vas a notar.
Toma puta que se que te
gusta – La tení­a a cuatro patas mientras, con la mano derecha, le propinaba
unos azotes lo suficientemente fuertes como para enrojecer su nalga sin
hacerla excesivo daño – Acaso no sientes la polla que va a reventar dentro
de tu coño.

Ella sentí­a las pelotas de Sergio dando con fuerza en los
labios de su coño.
Tení­a la mano justo debajo sopesándolas, medio
acariciándolas medio apretándolas.
Esto a él le poní­a mas salvaje si cabí­a.

Ahora te voy a hacer algo que no creo que te hayan hecho
en tu vida.

Sin mediar mas palabra sacó su enorme y chorreante falo de
la cueva, la puso boca arriba en la cama y se fue a por cuatro juegos de
esposas forradas con suave piel.
Sujetó cada mano y cada pié al cabecero y a
las patas de la cama.
Luego tomó un antifaz para dormir y se lo puso
impidiéndola ver nada de ese momento en adelante.
Para terminar cogió un
pañuelo de cuello y se lo anudó encima del antifaz por si acaso pudiera llegar
a ver algo.

Comenzó a besarla suavemente al principio, para subir luego
en intensidad, por el cuello, detrás de las orejas, los hombros, la espalda y
luego los pechos, mordisqueando con fuerza los pezones mientras la oí­a gemir y
retorcerse de placer.
Las manos iban y vení­an por todo el cuerpo haciendo
hincapié en su mojado coño.
Seguí­a con su boca por sus caderas, su bajo
vientre y el ombligo, hasta que se detuvo en la cara interna de los muslos.

Tomó la posición de sesenta y nueve metiendo el capullo en su boca y se dedicó
por entero a lamer y sorber su clí­toris como si fuera un delicioso manjar.

Ella gemí­a con gritos sordos pero sin dejar de succionar el enorme falo
erecto.
El hizo entonces una señal y de la puerta del baño salió un enorme
negro de casi dos metros de altura masajeando y masturbando una enorme polla
de casi treinta centí­metros.
Le hizo colocarse con cuidado mientras le abrí­a
las piernas a ella lo mas posible y con sus manos abrí­a al máximo los labios
de su coño para recibir semejante miembro.
Ella sentí­a y gemí­a hasta cuando
notó la punta del enorme falo negro en su coño.
Durante un momento se le
rompieron todos los esquemas: tení­a la polla de su pareja en su boca y le
estaba comiendo el clí­toris.
Quedó petrificada y en silencio por un momento,
pero sin dejarla reaccionar le hizo señas al negro para que se la metiera
entera, y así­ lo hizo, de un empujón la introdujo hasta donde pudo, sacando un
leve quejido de dolor de ella por haber tocado fondo.
Comenzó entonces un
movimiento rí­tmico y fuerte de empujones y fue cuando ella ya se dejó llevar.

Con los ojos tapados sentí­a como la penetraban y a la vez lamí­an su clí­toris,
al segundo empujón comenzó a correrse como una posesa, a espasmos y con
gritos, ya se habí­a sacado la polla de su boca y gritaba:

Sigue cabrón.
, no pares o te mato hijo de puta.
Y tu
muerde mi clí­toris, vamos no paréis porque juro que os mato a los dos.

Siguió corriéndose mientras seguí­an los empujones de la
enorme polla negra, hasta que casi pierde el conocimiento.
El aprovechó para
quitarle las esposas pero dejándola el antifaz, no querí­a que viese nada bajo
ningún concepto.
Se tumbó en la cama y la colocó a cuatro patas encima
metiéndosela en su coño, ordenando acto seguido a su cómplice que se la fuera
metiendo por el culo.
Cuando sintió de nuevo el gran capullo en la entrada de
su culo tuvo la reacción de echarse hacia delante intentando impedir que
entrara, pero ya era tarde, después de habérselo lubricado bien comenzó a
introducirla poco a poco mientras ella gemí­a entre dolor y placer por estar
doblemente llena.
Cuando la tení­a por la mitad entre ambos sincronizaron un
movimiento de entrada salida a contrapié.
Esto ya provocó de nuevo los gritos
y gemidos de ella que, llevando la mano detrás, empujaba al negro hacia dentro
tomándolo de sus nalgas.
El sentir esa sensación de piel suave y musculatura
dura aumentó su morbo y dirigió su otra mano hacia su coño metiéndose dos
dedos junto a la polla de su pareja.
Ya estaba casi desbocada por completo,
casi habí­a perdido el control por completo, pero aún le quedaba la última
sorpresa.
Volvió a hacerle otra seña al negro y éste se dispuso a sustituir
los dedos de ella por su polla.
Cuando la sintió entrar junto a la otra creí­a
que se romperí­a, pero lejos de eso, la engulló y los dedos que antes estaban
en su coño pasaron a su culo y comenzó a correrse de nuevo; mas salvajemente
si era posible.
Con la mano libre jugaba con los huevos de los dos haciéndolos
chocar unos contra otros a veces.
El negro no pudo aguantar mas y se corrió
dentro llenándola de leche pero sin parar de moverse.
Al sentir que se acababa
de correr ella tomó la iniciativa y se sentó al borde de la cama haciendo que
los hombres se pusieran de pié delante de ella.
Palpando a ciegas para
encontrar sus vergas tomó la de su pareja y, empapada en el semen de su
ayudante, se la llevó a la boca comenzando una mamada de las que nunca le
habí­an hecho.
El capullo de él tocaba la campanilla de ella mientras sopesaba
sus huevos, entrando y saliendo hasta que notó la riada de leche en su boca y
su garganta, caliente y sabrosa, sin dejar escapar ni gota, lamiendo todo sin
dejar poro por succionar.
Mientras hací­a esto seguí­a haciéndole una paja al
otro hombre y, cuando hubo terminado con su pareja, se la introdujo en la
boca, llena de la leche de su pareja aún, y repitió la misma operación hasta
que de nuevo sintió otra fuente de semen mezclándose con la de su pareja.
El
sabor era de lo mejor que habí­a probado hasta entonces y siguió saboreando y
saboreando sin percatarse de que el segundo hombre se habí­a vestido y salí­a de
la puerta de la habitación del hotel.

Cuando por fin se quitó el antifaz escudriño con la vista
hasta el último rincón de la suite dejando asomar a su cara un gesto a mitad
de camino entre sorprendida y decepción por no poder ver al semental que tanto
habí­a colaborado a su placer.

¿Cómo puedes ser tan perro? Mira que buscarme otra polla
que rellene mi sediento coño.
De todas maneras me ha encantado, ha sido una
de las mejores experiencias de mi vida.
¿Qué me vas a reservar la próxima
vez?
Dame tiempo y algo se me ocurrirá.

Ella se fue al aseo y pensaba en el maravilloso regalo de
aniversario con el que le habí­a sorprendido su marido.
Era el perfecto final de
un dí­a después del collar de oro y brillantes que le regaló en la cena de aquél
restaurante francés, en un reservado a la luz de las velas, de la función de
ópera y de la suite presidencial en uno de los mejores hoteles de la ciudad.
Se durmieron abrazados mientras ella miraba al techo de la
habitación recordando todas las sensaciones nuevas que habí­a conocido aquella
noche.

El timbre de la puerta les despertó:

Servicio de habitaciones

Un camarero vestido de blanco les dejaba un carrito con la
bandeja del desayuno en el centro de la habitación, mientras el marido le daba
una excelente propina mientras le guiñaba el ojo, y era correspondido con una
amplia sonrisa, a aquel muchacho negro de casi dos metros de alto.

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