lunes, 27 de junio de 2011

A mi manera

El sexo es algo maravilloso y si va acompañado de una persona a la que quieres, sea de tu mismo sexo o del otro, mucho mejor. Incluso en solitario si se sabe practicar con imaginación y fantasía. Las personas adecuadas se encuentran, no se buscan.

Este es el caso de mi marido. Una persona maravillosa en todos los aspectos y evidentemente le tengo que ensalzar de forma subjetiva, aunque las personas que le conocen coinciden con mi punto de vista. Por lo tanto no exagero al enaltecer sus cualidades. Entre muchas y buenas, aunque también podríamos hablar de las malas que son muy escasas, la principal es la capacidad que tiene de sorprenderme, a veces a diario.

Me gusta el sexo tanto como a cualquier otra persona y disfruto de ello, con mi marido, con mis amigos o amigas o en solitario. En muchas ocasiones siento la necesidad de tener sexo, siento que me fluye la energía por todo el cuerpo y de alguna manera tengo que descargarla. Pero además me gusta verme después de practicarlo, es algo que me atrae de forma especial. En algunas ocasiones me graba en video mi marido, bien masturbándome, bien con otras personas o con él y después me gusta visionarlo tantas veces como me apetezca. Tengo una bonita y amplia colección que por discreción no tengo ninguna intención de publicar en ningún medio.

Algunas veces nos reunimos con los amigos a cenar y entonces es cuando me apetece poner alguno de esos videos que tenemos recopilados. Siempre da origen a una velada de los más placentera y excitante.

Una tarde me encontraba sola en casa. Cansada del trabajo de la mañana en la oficina y aburrida de las tareas domésticas habituales en nosotras. Me senté a ver una de las grabaciones donde Alfonso y yo en compañía de Irene, habíamos tenido un magnifico e inolvidable trío que contaré en los próximos días.

La excitación iba en aumento y antes de empezar a tocarme, tomé la cámara para ponerla frente a mí y grabar todos y cada uno de los detalles de mi solitaria relación sexual. Mientras miraba la televisión, mirando como acontecieron los preámbulos del trío con Irene, me iba tocando por encima de la ropa mis pechos. Coloque mis piernas sobre la mesa para descubrir a la cámara mi sexo, aun tapado por el tanga, que empezaba a notar la humedad de la excitación.

Con una mano seguía entreteniéndome con mis pechos con la otra buscaba incrementar el placer en el que me estaba sumiendo.

La imagen de Irene y mi marido desnudos sobre la cama, me estaba haciendo explotar por dentro, el sopor de los hechos grabados hacía que el mío creciera a cada momento. La ropa me empezaba a estorbar.

Me quité primero la blusa, seguida de la falda. Aun así, el calor de mi piel me rogaba desprenderme de la poca tela que me quedaba sobre el cuerpo. Primero el sujetador. Mis pezones sensibles a mi tacto reclamaban más atención, y se la daba, pero el placer de mi sexo no quería que lo descuidara y continuaba tocándome en ambas partes alcanzando un ritmo que me desbordaba poco a poco.

El tanga desapareció dejando ante el visor de la cámara mi recién depilado sexo. Separaba los labios vaginales para dejar al descubierto la entrada que tanto nos gusta a todos. Uno de los dedos, bien amaestrado para estos fines, movía el clítoris que dejaba de estar escondido y había salido en busca de mis caricias.

Los roces y los movimientos de mis dedos cada vez más rápidos, exigían la presencia de un orgasmo que siempre tarda en llegar la primera vez.

Cambié de postura para reposar gran parte de mi cuerpo a lo largo del sillón quedándome medio incorporada sin dejar de mostrar mi desnudez a la cámara. Una pierna sobre el sillón apoyada casi en el respaldo y la otra pierna dirigida al exterior para permitir colocar el pie en el suelo, hacía que la apertura de ambas, facilitara mi manipulación en el sexo.

Seguía frotando mi pequeño apéndice. Un dedo se tomó la libertad de entrar en la vagina para buscar ese punto “G” tan maravilloso que la naturaleza nos ha dado a las mujeres. Frotándolo con el debido conocimiento alcancé el momento más alto del éxtasis.

A pesar de lo bien que lo había pasado, quería o necesitaba más. Otro intento, más caricias, mas sexualidad.

Cambié de postura. Las rodillas sobre el asiento y la cabeza apoyada sobre la parte alta del respaldo. Abrí bien las piernas para acceder a mi generoso atributo con desenvoltura. Articulaba mis dedos para darles entrada a mi vagina alcanzando la excitación deseada. Estaba disfrutando tanto de mi postura que el otro orificio cercano me estaba pidiendo que fuera tratado con la misma dulzura y a la vez con la misma intensidad que su compañero.

No dudé en mojarme los dedos, acariciar mi cavidad anal para lubricarlo como se merecía e introduje un dedo, lo más profundo que pude. Lo movía para dentro y para afuera y de vez en cuando descansaba para hacer que la yema del consolador natural buscara entre las paredes la sensación que provoca esta penetración.

Giraba la cabeza para que la pantalla de la televisión me mostrara la escena de mi marido penetrando a Irene por detrás mientras yo la masturbaba con la mano y besaba en la boca a Alfonso.

Tanta pasión estaba poniendo en mí, que alcanzar un nuevo orgasmo resultó fácil. Aun así quería una vez más y tras unos segundos tocándome entre las piernas, volví a tumbarme sobre el sofá para una nueva sesión de sexo en solitario.

En esta ocasión me centré en mi punto “G”. Metí dos dedos en busca de la rugosa pared en la parte interior de mi clítoris frotándolo con la delicadeza y la furia que me permitía la situación y la postura.

Estaba alcanzando un nuevo clímax, al extremo de levantar mi trasero arqueando mi cuerpo, como si estuviera buscando una penetración más profunda.

Un chorro de líquido salió de mí, empapando la toalla que había puesto en el sofá y mi mano quedó marcada de un sabroso sabor y olor. Me lamí la mano como los gatos cuando se limpian saboreando la riqueza y la pureza de mi placer.

Descansé durante unos instantes. Apagué la cámara de video para llevarla al ordenador y descargar las imágenes en un nuevo soporte para visionarlo a posteriori.

Dos días después de tan brillante espectáculo, le propuse a Alfonso ver el contenido de aquel CD. Él encantado de ver cómo me masturbo, accedió en el momento que terminó de ponernos unas copas sobre la mesita del salón.

Da comienzo el espectáculo. Le doy al play para mostrar mi momento de lujuria y me encuentro sobre la pantalla a mi marido desnudo. Me quedé sorprendida, quizás me había equivocado de CD, pero no es así. Alfonso ya había visto mi hazaña en solitario y grabó a continuación la secuencia de una masturbación masculina, la suya.

Tocándose de forma sensual aquel miembro masculino erecto y firme, depilado con el máximo cuidado, su cuerpo limpio de vello hacía mas atractiva su belleza.

Me estaba estimulando aquellas imágenes que provocó a que empezara a tocarme nuevamente ante la mirada lasciva de mi marido. Recorría su mano a lo largo de su precioso pene, arriba, abajo. Se detenía en la punta y apretaba y soltaba. Bajaba la mano hacia la base de su miembro y golpeaba la punta sobre su tripa para volver a frotarse.

Me provocaba especialmente ver ese entretenimiento en él. Se colocó sobre el sofá con las piernas en el asiento mientras su cuerpo reposaba sobre el respaldo y entre los cojines sacó un consolador masculino y miembro fino y lubricado. Abrió las piernas para permitir que ese objeto se introdujera en el interior de su recto hasta el final de forma lenta, pausada, elegante.

Aquello me obligó a masturbarme nuevamente mientras Alfonso me desnudaba con la maestría que le caracteriza. El hizo lo propio para situarnos los dos en las mismas condiciones.

Me puse a cuatro patas sobre el sofá y abrí mis piernas para que mi maravilloso marido me penetrara por detrás en un espectacular acto de amor entre los dos.

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