Objetivo: mi suegra (3) (Sexo con maduras)
Mi suegra siguió demostrando que su pasión era el sexo. El día de su cumpleaños invitamos a un hombre que acabó uniéndose a la orgía.
OBJETIVO: MI SUEGRA III
Esta es la tercera parte de una historia que relata las
pasiones de Rocío, mi querida suegra.
Quien haya leído las dos anteriores sabrá
de qué va la historia, si no haré un breve resumen.
Mi suegros vinieron a vivir
junto a mí y mi hijo; Rocío empezó a atraerme sexualmente y después de varios
avatares, Gregorio, su propio marido me la cedió para follar con ella.
La
culminación de la historia fue que al final Rocío, Gregorio y yo formamos un
trío.
El relato continúa así: Se acercaba el día del cumpleaños de
mi suegra (no diré su edad porque la edad de una mujer hermosa y complaciente no
se dice) y andaba yo pensando en qué regalo poder hacerle.
Resulta que por
aquellos días llegó un chico de nacionalidad mejicana a trabajar en el área de
ingeniería técnica de la misma empresa madrileña en la que yo trabajaba.
Me hice
muy amigo de él y le confesé mi admiración por las películas de Mario Moreno
Cantinflas.
Entonces me regaló una colección de cintas de video del mejor cómico
de habla hispana que haya existido; el caso es que no supe como agradecérselo,
pero se me ocurrió la idea de invitarlo a cenar en casa el mismo día del
cumpleaños de mi suegra.
Pedro, que así se llamaba mi amigo, se sintió muy
agradecido pues aún no conocía a mucha gente en la ciudad y el comer en familia
le iba a ser muy grato.
Así que llegó el día y Pedro llegó a mi casa, le
presenté a mis suegros y a mi hijo y todos se cayeron muy bien.
Decir que Pedro era el tipo de hombres de los que quedan
pocos en caballerosidad y en atenciones y recuerdo concretamente que al saludar
a Rocío besó su mano como hace quien tiene esta buena costumbre.
Sólo mirar la
cara de Rocío me di cuenta que aquello le había producido un escalofrío de
placer que le recorrió de la mano a todo lo largo de la espina dorsal.
Nos
sentamos a cenar y charlamos gratamente; Pedro contó cosas y anécdotas de su
país y aunque todos le prestábamos atención, Rocío parecía ser la más
interesada, supongo que también contribuiría a ello el peculiar acento
extranjero de Pedro y su voz suave y algo grave, además de su hablar pausado e
inteligente, sus historias tan fascinantes y su forma de mirar a los ojos, sobre
todo a los de la única mujer que había en casa.
Mi hijo se quedó dormido justo
después de acabar la cena y Pedro creyó que era el momento de marcharse ya de la
reunión.
Le pedí que no se marchase todavía y más insistentemente se lo pidió
Rocío.
Quizá quien no estaba tan entusiasmado con la idea de que
Pedro se quedase era mi suegro, pues, no sé yo porqué, se estaba oliendo que
algo extraño podía suceder.
Estábamos entonces Rocío, Gregorio, Pedro y yo
sentados a la mesa y sacamos una enorme tarta de merengue, vainilla y chocolate
con velas encendidas; le cantamos la canción del Cumpleaños Feliz a mi suegra y
cada uno le dimos dos besos en las mejillas.
Rocío estaba entusiasmada, porque
además ya había bebido algo de champagne.
Ella misma cortó las porciones de
tarta; al inclinarse a hacerlo dejó ver su sujetador a través del escote y a
ninguno nos pasó desapercibido el hecho.
La cara que ponía Pedro al adivinar los
enormes pechos de aquella mujer lo decía todo.
Yo podía imaginar que mi pobre
amigo de Méjico no había tenido contacto con ninguna mujer desde que aterrizó en
Madrid.
La fiesta de cumpleaños seguía y recordé que no había comprado ningún
regalo para Rocío.
Me lamenté del descuido, pero una idea fugaz me pasó por la
cabeza y decidí intentar ponerla en práctica.
Gregorio le regaló una bonita
pulsera y su mujer en agradecimiento le dio un beso en los labios que a Pedro y
a mí nos dejo mudos contemplarlo.
Aquella hembra por poco se come a su marido de
un solo beso.
Eso sólo podía indicar una cosa: el tremendo estado de excitación
en el que se hallaba mi suegra.
- ¿Qué opinas de mi mujer? –dijo Gregorio a nuestro invitado.
Pedro no sabía como interpretar aquella pregunta y yo le
tranquilicé explicándole que sencillamente Gregorio se sentiría orgulloso de que
le contestará que aquella mujer le parecía hermosa y guapa.
Por fin, Pedro dijo
que sí, que Rocío le resultaba muy atractiva.
Entonces a Gregorio le brillaron
los ojos con aquella respuesta y me miró a mi con una mirada que yo conocía de
sobra.
¿En qué estaría pensando mi suegro?
Sí –dije yo-, esta mujer es hermosa, bella, atractiva y
complaciente.
Y mientras decía esto me acerqué a mi suegra que permanecía
sentada en una silla, la acaricié y la besé, de un modo que le extrañó a Pedro
porque ella era mi suegra y encima mi suegro estaba presente.
En pocas palabras,
le metí mano a mi suegra delante de Pedro y Gregorio.
Rocío no me decepcionó y
se dejó hacer.
Luego dije que no le había dado ningún regalo de cumpleaños y me
saqué la polla diciendo que era un anticipo del gran regalo que le íbamos a
hacer.
Al sacar mi polla tiesa, a la altura de la boca de mi suegra,
todos se quedaron sorprendidos por mi atrevimiento, pero ninguno se movió de su
sitio, porque todos esperaban con anhelo que sucediera algo así.
Mi suegra supó
qué era lo que tenía que hacer y comenzó a tragarse mi pene en una mamada tan
delicada como las que ella sabía hacer.
Yo le hablaba a Pedro: ¿te gusta lo que
me hace mi suegra en presencia de su marido?, Pedro seguía mudo y no dejaba de
contemplar la escena y mirarse mutuamente a los ojos con Rocío.
Gregorio entre
tanto empezó a masturbarse lentamente para disfrutar de la escena con
tranquilidad.
Mi suegro, con su polla tiesa en la mano se echó a un lado, se
sentó en un sofá aparte y nos dejó para su disfrute a mi suegra, mi amigo y a mí
en un primer plano.
Rocío no dejaba de lamerme el pijo y de acariciarme los
huevos, mientras yo le sobaba por encima de la blusa sus tetas.
Pedro seguía
inmóvil, como petrificado, y yo me sentí algo decepcionado con él porque le
estaba poniendo en bandeja a mi suegra y no la tomaba.
Pensé por un momento que
a lo mejor era de los que hubiera preferido ir a chuparle la polla a mi suegro.
Sin embargo me equivoqué.
En unos instantes Pedro nos daría una lección de cómo
había que comportarse sexualmente con una mujer.
– ¿No te apetece que te la chupe mi suegra? –le pregunté
a Pedro.
í‰l no dijo nada, sólo se limitó a quitarse la ropa quedándose
completamente desnudo.
Su descomunal polla tiesa nos dejó petrificados.
Tenía un
pene como el de mi suegro y el mío juntos.
Por eso mi suegra sacó mi polla de su
boca y me hizo retirarme, a la espera de que Pedro y sólo Pedro le metiese aquel
formidable aparato hasta la garganta.
Fue una lástima no grabar con una
videocámara la escena que se iba a producir a continuación.
Anticiparé en todo
caso que por todo aquello cuando acabó la velada, Gregorio, yo y sobre todo
Rocío le estábamos profundamente agradecidos a Pedro.
Esto fue lo que sucedió:
Mi amigo me pidió que fuese a sentarme en otro sofá y que me
hiciese una paja mientras veía cómo él satisfacía a Rocío y así lo hice.
í‰l se
fue aproximando a ella despacio.
Sobre la mesa aún quedaba un buen pedazo de
tarta de la fiesta (más de la mitad de las porciones) y Pedro cogió un buen
pegote de merengue para restregárselo en el glande; dijo a Rocío: ¡tomad, para
que vos se alimente! Aquellas palabras y aquel acento encendieron la chispa en
Rocío, que de un golpe engulló casi por entero los 25 centímetros de carne cruda
que poseía Pedro.
Tan frenéticamente los tragó que yo creía que la muy zorra iba
a dejar sin polla a mi amigo.
Gregorio y yo mirábamos con cierta envidia cómo
aquel hombre se retorcía de gusto por la superfelación que le estaban regalando.
En aquel momento habría hablado con Rocío echándole en cara
que a mi nunca me había comido la polla con tanto afán.
Pero reflexioné y
comprendí que Pedro era un magnífico semental y ella se había dado cuenta desde
el primer momento, además de que a mí nunca se me hubiera ocurrido untar mi
glande con merengue (aquí en España a veces no somos tan ocurrentes).
No
obstante aquella escena resultaba morbosa y excitante, y mi suegro y yo
disfrutamos como nunca haciéndonos una paja.
Pedro no tardó en eyacular; cosa
normal por otro lado porque mi suegra le hizo un trabajo con la boca que ni él
pudo contenerse en soltar un enorme torrente de leche, el cual se mezcló en
parte con el merengue que mi suegra tenía en la boca y se tragó, y otra parte de
su semen salió disparada al mismísimo techo, en un alarde de fuerza de Pedro.
Parecían fuegos artificiales y a Gregorio y a mi sólo nos
faltó aplaudir, cosa que no hicimos porque seguíamos ensimismados haciéndonos
una paja.
Pero si espectacular fue aquello más espectacular fue ver como Pedro,
con su polla flácida, dejando a mi suegra desnuda sobre la alfombra del comedor,
fue a beber otro trago de champagne y al darse la vuelta, pues nos estaba dando
la espalda, mostró su enorme polla otra vez erecta sin que hubiese pasado ni un
minuto desde su eyaculación.
Regresó a por mi suegra y poniéndola a cuatro patas
se la folló desde atrás.
Jamás había visto a mi suegra poner aquella cara de
placer mientras le trabajaban el coño, ni la había oído dar esos gritos.
Llegaron a su orgasmo y se besaron agradeciéndose el placer mutuo que se
proporcionaron.
Gregorio y yo no sabíamos que hacer pero mi amigo Pedro, en otro
gesto de caballerosidad y generosidad nos dijo que nos aproximáramos a ellos.
Pedro cogió lo que quedaba de tarta y untó todo el cuerpo de Rocío, con el
merengue en la boca, la vainilla en las tetas y el chocolate en el coño.
Mi
genial amigo dijo después: ¡ahora hay que comerse a esta puta enterita! Cada uno
eligió el sabor que más le gustaba; para Gregorio la boca de merengue, para
Pedro las tetas de vainilla y para mí el coño de chocolate.
Es indescriptible lo que gozó Rocío con aquello.
Corridas,
orgasmos, semen.
.
.
La noche sexual fue enteramente morbosa.
Le hicimos tantos
sándwich a Rocío como combinaciones entre nosotros los hombres había: Pedro por
el coño y yo por el culo, o los dos cambiando de agujero, luego Gregorio se la
metía a su mujer en la boca o alguno de los dos le cedíamos el privilegio de
nuestro lugar.
.
.
Aquella noche no la olvidaré, ni Rocío por ser el mejor regalo
de cumpleaños que nunca le hicieron.
Ni que decir tiene que mi hijo se despertó
y tuvimos que explicarle el viejo cuento de las inyecciones que le poníamos a la
abuela, pues gritaba mucho la pobre.
Creo que el niño jamás creyó aquella excusa
(pronto contaré porqué).
Un tiempo después destinaron a Pedro a una sucursal
londinense de la empresa y lo dejamos de ver.
Pero los tres le agradecimos que
aquella noche y otras que se repitieron nos hiciese tan felices siendo el
maestro de ceremonia.
Mi suegra decía entre bromas y veras que le gustaría ir a
Méjico de vacaciones pues allí se tendría que follar de maravilla.
¿Qué opináis
vosotros amigos lectores? ¿En qué papel os gustaría veros, en el de Pedro, en el
de Gregorio, en el mío? ¿Y en el de mi suegra?
Doy por concluida la serie "objetivo: mi suegra", espero que
os haya gustado, no obstante continuaré contando más de mi suegra porque ahí no
se acaba todo.
Creo que lo que continúa es más morboso aún.
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